Una noche del 7 de julio de 1975, después de tres días de viaje, junto con mis padres y mi hermana Laura, aterrizamos en el Aeropuerto La Capital de Beijing, mientras un retrato del Presidente Mao nos daba la bienvenida a la República Popular China.
Con 17 años de edad, comenzó entonces para mí una relación directa con el país asiático, que va a cumplir ahora 45 años, relación que ya había comenzado antes, de forma indirecta, casi desde niño, a través de la librería "Nativa Libros" que mi padre tenía en Montevideo.
Veníamos desde uno de los puntos del mundo más alejados de Beijing, del Sur al Norte, de Occidente a
Oriente, del Atlántico al Pacífico, del invierno al verano. Eramos cuatro orientales (como también somos conocidos los uruguayos) que llegábamos al verdadero Oriente, donde la colonia extranjera era muy reducida en comparación con la actualidad.