"El avión de Swissair, casi vacío, aterrizó la noche del siete de julio de 1975 en el aeropuerto ´La Capital´de Pekin. Cuando salí para bajar la escalerilla, me golpeó una ola de calor húmero mientras, en medio de una mansa llovizna, un retrato de Mao Zedong me miraba como dándome la bienvenida a la República Popular China".
Han pasado ya más de cuarenta y cinco años de eso, de esa relación directa con China, que en la práctica ya había comenzado años atrás, cuando en mi niñez y juventud acompañaba a mi padre a su librería "Nativa Libros" de Montevideo.