05 enero, 2015

Representación española en toma de posesión de Presidenta de Brasil - Una vez más sobre la famosa "triangulación"

Con todos los respetos nunca he estado a favor de la teoría de la "triangulación" según la cual España sería la "puerta" ideal para que países como China y otros de la región Asia-Pacífico entren a América Latina.

Esta teoría se repite continuamente en declaraciones oficiales del gobierno español, instituciones gubernamentales, y se escucha y lee con frecuencia en España en muchos seminarios organizados por diversas instituciones, así como en artículos y trabajos sobre el tema.

Los hechos han demostrado desde hace ya muchos años que países como China, Japón, India, Corea o Australia, entre otros, pueden establecer fuertes lazos políticos, económicos y culturales directamente con América Latina sin necesidad de "pasar por España".

En todo caso, respeto a los defensores de esa teoría de la "triangulación", y creo que lo más lógico sería que la "defendieran" con hechos concretos. Sin embargo, el reciente acto de la ceremonia de toma de posesión de Dilma Rousseff como Presidenta de Brasil, es un ejemplo de que las supuestas excelentes relaciones y lazos especiales entre España y América Latina suenan a palabras huecas.

La China a la cual España se ofrece como "puerta" para América Latina, envió como representante a la ceremonia a su Vice Presidente de la República, mientras que España limitó su representación a la de su Embajador en Brasilia. 

No soy un experto en relaciones internacionales, pero supongo que en el Gobierno de España no existe mucha simpatía con Brasil después de que éste no apoyara su ingreso como miembro no-permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Estados Unidos no ha tenido tampoco relaciones fáciles con el gobierno brasileño, y precisamente por ésto y como muestra de voluntad para mejorarlas, también -al igual que China- envió a su Vice Presidente como representante al acto.

Es justo destacar que gran parte de la prensa española ha criticado la decisión del gobierno español, llegando en algún caso a calificarla de "lamentable infrarrepresentación de España en la toma de posesión de Dilma Rousseff" (EL PAIS).

Como ya son muchos los años que llevo observando y reflexionando sobre éste y otros temas relacionados con China, estoy convencido de que no pasará mucho tiempo antes de volver a leer y/o escuchar nuevas declaraciones a favor de esta famosa "triangulación".
















18 diciembre, 2014

Chile, el idioma chino, y una excelente iniciativa. "El sur también existe"

En estos tiempos de tanta mediocridad, de recortes y falta de interés en la educación y la cultura, leo con alegría que Chile dará 15.000 becas a jóvenes de entre 15 y 19 años para aprender chino. Es verdaderamente una excelente noticia y un soplo de aire fresco -en medio de un aire tan viciado- que honra a Chile y a todos los que están detrás de esta iniciativa.

Según lo que he podido leer, se trata de un proyecto - llamado Conoce y emprende con China- del organismo de servicio público Instituto Nacional de la Juventud (Injuv) junto con la ONG Cruzando el Pacífico y que incluirá cursos enfocados al idioma, cultura y los negocios relacionados con el país asiático.

Al anunciar el lanzamiento de este programa, los organizadores destacaron que China es el principal socio comercial de Chile, y resaltaron la importancia de que miles de jóvenes chilenos tengan la oportunidad de "derribar barreras" y puedan acercarse más al gigante asiático.

Creo que muchos coincidirán en que esta medida es un ejemplo de trabajo serio, de mentalidad de futuro y de visión a largo plazo. Son muchos los discursos y declaraciones que vemos con frecuencia en nuestro mundo de habla hispana sobre la importancia de China y de conocer y acercarse al gigante asiático, pero que lamentablemente muchas veces se quedan en eso, sólo palabras o acciones puntuales y limitadas, sin planes ni recursos económicos para alcanzar ese objetivo. 

Es verdad que existen también iniciativas encomiables en otros países de habla hispana para acercarse al "mundo chino", pero que muchas veces salen adelante sólo gracias a meritorios esfuerzos y sacrificios, muchas veces personales y casi altruistas, que no son suficientemente reconocidos ni respaldados económicamente por planes serios y con una mentalidad de futuro.

Así que enhorabuena a Chile por esta medida que seguramente será vista con envidia sana en otros países que hablan español, y que, ojalá me equivoque, lamentablemente no tendrá la repercusión que se merece. 

Como en otros tanto temas, y como decía mi compatriota Benedetti, una vez más "el sur también existe"



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08 diciembre, 2014

Reflexiones sobre el "guanxi" en China

Yuangfang Magazine acaba de sacar el primer número de su revista, y han tenido la amabilidad de invitarme a participar con un artículo que he titulado Reflexiones "a contracorriente" sobre el "guanxi" en China.

Sin pretender desmentir ni negar la importancia que el guanxi tiene para los negocios y la vida en general en China y gran parte de Asia, en el artículo reflexiono sobre algunos de los mitos que existen sobre este fenómeno, uno de los más nombrados a la hora de escribir o hablar sobre la República Popular.

Por ello lo llamo "Reflexiones 'a contracorriente'" ya que intento destacar los aspectos menos mencionados del guanxi: ¿es el guanxi la herramienta mágica para hacer negocios en China? ¿teniendo un guanxi adecuado se puede triunfar en China? ¿tiene o no el guanxi efectos secundarios negativos?




30 noviembre, 2014

Días de radio en Beijing

Recuerdo con nostalgia la importancia que tenía la radio para muchos de los extranjeros que vivíamos en China en los años 70 y 80.

Entre los detalles de la vida cotidiana de esa época en Beijing estaba el de la falta de información periódica y actualizada sobre lo que pasaba en el exterior y en nuestros países, en un mundo sin Internet, sin cadenas de televisión extranjeras, en unos años en que China sí estaba de verdad muy lejos de “nuestro mundo”.

La radio en onda corta –no sé verdaderamente si la juventud en la actualidad sabe a lo que me estoy refiriendo ya que ahora casi todos los dispositivos electrónicos sólo traen FM, y hasta la AM es a veces difícil de escuchar- jugaba pues un papel fundamental en nuestras vidas.

Eran, parafraseando a Woddy Allen, verdaderamente “Días de Radio”, aunque treinta años más tarde de la época que refleja la película.

Recién llegados a China en 1975 compramos una radio de mesa, que tardaba algunos segundos en calentarse y empezar a funcionar, con la cual como máximo podíamos escuchar las audiciones en español de “Radio Pekin” (“Aquí Radio Pekín”, “Aquí Radio Pekín”, era el anuncio que, intercalado con la música de “El Este es Rojo” se emitía antes de comenzar las transmisiones).

Aparte de las noticias relacionadas con las actividades diplomáticas de los dirigentes del país –ya entonces China recibía semanalmente a Jefes de Estado, de Gobierno y personalidades internacionales- sólo nos enterábamos de los incrementos en la producción agrícola e industrial y de las batallas ideológicas, por ejemplo, contra “los vientos derechistas que pretenden revocar los veredictos”, y de lo cual en el fondo no entendíamos nada.

Aunque se podían comprar en Beijing aparatos de radio con onda corta, lo máximo que se llegaba a escuchar eran las audiciones en español de Radio Pyongyang, donde nos contaban cómo las gallinas de una granja determinada de Corea del Norte había incrementado su producción de huevos tras una visita de inspección del llamado Gran Líder, Kim Il-sung.

Una de las “joyas” más apreciadas era entonces tener una buena radio con onda corta, y a la mínima oportunidad que alguien viajó a Hong Kong, le encargamos una Sony de varias bandas.

Ya con la radio de onda corta en nuestras manos, comenzaba la nada fácil tarea de encontrar emisiones de radios extranjeras en español –nuestro nivel de inglés o francés no daba como para escuchar en otros idiomas- o, como se diría ahora, “navegar” en las ondas.

El reto era encontrar la sintonía y la hora en que esas radios transmitían en español, ya que casi ninguna tenía emisiones las 24 horas del día.

Aparte de las ya mencionadas Radio Pekín y Radio Pyongyang, la que le seguía en potencia y facilidad para sintonizar era Radio Moscú en español que, en esos tiempos de mediados de los años 70, aparte de la guerra fría con Estados Unidos y Occidente, dedicaba la mayor parte de sus audiciones a hablar de la Dictadura de Pinochet (nos parecía bien y nos gustaba escuchar a Quilapayún y a los Inti-Illimani, pero nos daba la impresión de que para Radio Moscú entonces no había otras dictaduras en América Latina)

Lo más “cercano” a lo nuestro que podíamos encontrar en español eran audiciones de Radio France Internacional, Radio Netherlands –por cierto en mi opinión una de las mejores-, la radio de El Vaticano y finalmente Radio Exterior de España. Esta última estaba más “enfocada” hacia Filipinas y no era muy fácil de sintonizar en la capital china.

El gran problema era, aparte de “encontrar” la audición de radio, lograr obtener la mejor calidad posible de sonido.

Eso requería varias cosas. En primer lugar una mano de cirujano capaz de mover el dial con la suficiente precisión para sintonizar y mantener en línea la emisora deseada (más tarde, este problema fue solucionado con la aparición de las radios digitales). Las emisiones de diferentes radios se mezclaban, se “juntaban”, y uno podía estar escuchando Radio France en español con el fondo de una radio alemana.

Al mismo tiempo, había que mover la radio y su antena para obtener el mejor sonido; así como encontrar el mejor lugar de la casa donde escucharla. Había que sentarse a escuchar la radio, tocarla, moverla, manejar la antena, y por eso ni pensar en escuchar la radio en la cama, mientras se cocinaba o menos aún caminando, en bicicleta o en el autobús, como en la actualidad.

También teníamos que buscar formas de evitar las interferencias de los motores –imposible escuchar onda corta en una cocina- de los muros, o intentar incrementar la potencia de la antena atándole a ésta un cable de cobre que luego se unía a los radiadores de la calefacción o se colgaba de la ventana.

Las estaciones del año y el clima también influían en la recepción de las emisiones. Había algunas radios que se escuchaban mejor, o que sólo se escuchaban bien en determinadas estaciones del año. Tampoco era lo mismo escuchar la radio un día de nieve o un día de tormenta de verano.

Cuando en verano íbamos a la playa de Beidaihe, a unas horas en tren de Beijing, era –para los amantes de la onda corta- como llegar al paraíso, ya que el estar al lado del mar facilitaba la recepción de las ondas.

Los extranjeros compartíamos nuestros “descubrimientos” de nuevas emisiones, así como las noticias del mundo que cada uno iba obteniendo. Así vivimos y así seguimos durante muchos años acontecimientos importantes de mundo y de China.



Radio Sony Digital usada en la década de los 80. El modelo anterior -que usamos en los 70- era analógico. Estaba consideraba una de los "joyas" para los aficionados a la radio en China.


Aún recuerdo, por ejemplo, el haber seguido el intento de Golpe de Estado en España el 24 de febrero de 1981 de mañana, (23 de febrero por la noche en Madrid) a través de Radio Exterior, con una radio casera y una antena de hilo de cobre en el dormitorio para estudiantes extranjeros de la universidad de Qinghua, o los acontecimientos de la plaza de Tiananmen en junio de 1989, ya con una Sony Digital, a través de las emisiones en inglés de la BBC en el edifico de la Oficina Comercial de España. Eso sí, teníamos que pegar la radio a la ventana, ya que estábamos en el primer piso de un edificio alto, rodeado de muchas edificaciones.

En estas “reflexiones radiales” me gustaría recordar a Marcelino Blanes, de Radio Televisión Española (RTVE) quien llegó a la capital china en junio de 1988 para trabajar en Radio Pekín, al tiempo que hacía crónicas radiales para España y América Latina y que tuvo la oportunidad de seguir los acontecimientos de la plaza de Tiananmen en 1989 y, de hecho, estuvo de junio a agosto de ese año trabajando directamente desde Beijing para Radio Televisión de España.

Como muchos otros ejemplos de este mundo tan desmemoriado, creo que no hay muchas referencias –no me atrevo a decir ninguna por falta de conocimiento- al caso de Marcelino Blanes y su paso como corresponsal de Radio en Beijing.

Ahora cualquier persona puede viajar a China y escuchar a través de una amplia gama de dispositivos, la radio que quiera, en el idioma que quiera, como si estuviera en su propia casa.

Todo es mucho más fácil en la actualidad, aunque se ha perdido la emoción que teníamos entonces buscando y “descubriendo” radios extranjeras.

Como señala el niño de la película de Woody Allen, “ahora todo ha desaparecido, sólo quedan los recuerdos”.

06 noviembre, 2014

CARTAS DESDE LA CHINA DE LOS AÑOS 70. VICTOR OCHOA Y SUS REMINISCENCIAS ESTUDIANTILES

“Un día a principios de 1968 papá anuncia que nos íbamos a vivir a China. Yo acababa de cumplir 13 años”. Así, de esta forma directa y sencilla comienza Víctor J. Ochoa-Piccardo sus recién publicadas “Cartas de Jingzhai” (*), “reminiscencias estudiantiles", como él las llama, que abarcan el período 1976-1981, aunque en su interesante Prólogo, y a lo largo de las más de 500 páginas del libro, hay referencias continuas a esos primeros años en la República Popular que, como dice, le “marcaron para toda la vida”.

Víctor Ochoa, de Venezuela, que sigue residiendo en Beijing, pertenece a lo me gusta definir como “rara avis” china –apelativo que también me aplico a mí mismo- y que incluye a una “especie” muy particular de personas –de todos los continentes, razas, religiones, etc.- que pasamos parte de nuestra niñez o de nuestra adolescencia en China entre los años 60 y 70 (algunas de ellas incluso nacieron allí), que seguimos, después de décadas, en contacto con ese país, que muchas veces nos comunicamos entre nosotros en chino, que aún recordamos la letra y música de muchas canciones revolucionarias de entonces, y que –por lo menos en mi caso- nos emocionamos viendo “El Ejército Rojo de Mujeres”.




Víctor estuvo por primera vez en China con sus padres y sus tres hermanos entre 1968 y 1970, en plena Revolución Cultural. A pesar de que el anuncio de su padre sobre el viaje a Beijing le cayó “como un baño de agua fría”, dos años después, en el momento de salir para Caracas confiesa que no quería regresar y se fue llorando de la República Popular.

Ese interés que había despertado en él el gigante asiático, unido a factores familiares como la relación de su padre con China, hacen que en 1976, al poco tiempo de que el país asiático volviese a abrir sus puertas para recibir a estudiantes extranjeros, él regrese y así, a los pocos días de la muerte de Mao, aterriza en Beijing y se queda estudiando cinco años mientras es testigo directo de los cambios que comienzan a producirse tras la desaparición del llamado “Gran Timonel”.

En esos años sin internet, teléfonos celulares, o comunicaciones telefónicas vía satélite “la correspondencia epistolar representaba la única alternativa práctica” para comunicarse con su familia en Caracas, con la cual logra –a pesar de la distancia y del tiempo- mantener un diálogo ininterrumpido y sentirse menos lejos, como él mismo confiesa.

Tuvo el buen criterio de pedirle a su madre que le guardase todas las cartas que va escribiendo a la familia; y al cabo de muchos años se las trae de Caracas, las vuelve a leer, las ordena y se toma el trabajo de pasarlas a un ordenador. Fruto de ese trabajo y de algunas de las muchas fotografías que toma entonces, es el libro que acaba de publicar y que, como ya hemos indicado, se llama “Cartas de Jingzhai”. Jingzhai (o “el edificio de la tranquilidad”) era uno de los dos edificios donde los estudiantes extranjeros, junto a una minoría de chinos, vivíamos en la Universidad de Qinghua (también conocida como Tsinghua, término que prefiere usar Víctor Ochoa).

Víctor es la única persona que conozco de esas “raras avis” que ha publicado un libro. Es un fenómeno interesante que, entre los autores de las obras que se publican sobre China, no figuren aquellos que desde los años 60 o 70, y desde nuestra juventud, hemos estado relacionados y lo seguimos estando, con ese país.

Quizás, como reconoce muchas veces Víctor en sus cartas, China “es muy difícil de comprender”, y en el país se desarrolla un drama “que sólo ellos saben”, y por eso cuanto más tiempo se está en China, más difícil se hace escribir sobre el país.

En todo caso, uno de los valores de “Cartas de Jingzhai” está precisamente en el hecho de que no se trata de un libro de recuerdos escrito ahora, sino que es una especie de “diario de viaje” que refleja fielmente, sin necesidad de una prosa literaria, lo que él veía, sentía, pensaba en esos años tan interesantes y tan intensos en la historia de la República Popular.

Mi opinión elogiosa sobre el libro quizás no es muy objetiva ya que soy amigo del autor y coincidimos, en tiempo y espacio, en el período durante el cual escribe esas misivas. Pero al mismo tiempo, precisamente por eso, porque yo también viví en el “Jingzhai”, y porque fui testigo de esa misma época que relata Víctor, y de algunos de los acontecimientos a los que hace referencia, es que puedo decir “yo estuve allí”, “eso era así”, aparte de comprender muchas de sus reflexiones.

Entre muchas cosas, Víctor Ochoa refleja cómo vivíamos los extranjeros y cómo vivían los chinos entonces (en ambos casos nada comparado con la actualidad), siendo nosotros los privilegiados que por ejemplo teníamos una o dos horas de agua caliente al día … cuando ésta no se cortaba por los problemas de la caldera.

También hace una excelente descripción de Beijing, su pasado, su evolución, su situación en una época que cuando íbamos de la Universidad al centro usábamos el término “entrar en la ciudad”.

Al mismo tiempo va relatando de forma muy detallada y amena los cambios que se van produciendo en la sociedad tras la muerte de Mao. “Las corbatas empiezan a estar de moda” relata en una carta, mientras que en otras se queda de la carestía de la vida (“nos han cobrado 6 yuanes diarios por comer” dice con gran enfado).

Sus cinco años universitarios, además, le hacen replantearse algunos de los conceptos e ideas que tenía sobre China en general, su cultura, la mentalidad de su gente, el papel de Mao y del Partido Comunista, le causan desilusión, y lo llevan a “acaloradas” reflexiones con su padre. De alguna manera, aunque en diferente grado, China también se estaba replanteando en esos años muchas de las políticas que se aplicaban por ejemplo cuando Víctor, con 13 años llegó al Hotel de la Amistad en 1968.

Uno de los aspectos más interesantes de la experiencia relatada por el entonces joven estudiante de arquitectura son sus viajes por China, incluyendo Hong Kong y Taiwán, desplazándose días enteros en trenes, barcos y autobuses, siempre abarrotados de gente, viajando en “cama dura” o simplemente tirado en el suelo.

China comenzaba a abrirse al exterior, y en muchos de los lugares a los cuales llegaba era la primera vez que veían un extranjero en años, por no decir décadas, lo que en algunos casos ocasionaba atascos de tráfico, y verdadero asombro entre la población local. Tuvo pues el privilegio de visitar muchos lugares antes de que éstos perdieran su encanto con la llegada de masas de turistas extranjeros.

El otro aspecto interesante es su extraordinaria capacidad para conversar, y en algunos casos, polemizar con todo tipo de personas del país: taxistas, porteros, profesores, estudiantes, campesinos, soldados, obreros, presidiarios, artistas, cuadros del Partido, disidentes, agentes del servicio secreto y un largo etc. Eso le permitió también visitar a familias chinas, comer con ellas, vivir en sus modestas casas, tanto en las grandes ciudades como en el campo, asistir a bodas, cumpleaños y festividades tradicionales.

Sinceramente, no creo que hayan sido muchos los extranjeros con una experiencia similar.

Al terminar sus estudios Víctor regresa a Caracas, pero al poco tiempo vuelve a Beijing, donde hoy aún continúa residiendo 46 años después de su llegada al país. 

Personalmente detecto en Víctor una sensación de “cansancio” cuando está en China, pero de “saudade” cuando se aleja de ella, y creo que ésta es una característica común de muchos de los que, cada uno a su manera y en diferente grado, hemos vivido experiencias similares a las de Víctor y que hacen que China siga siendo una especie de imán para nosotros.

Entre otras cosas, Víctor Ochoa trabajó durante 14 años en el primero llamado Banco Exterior de España, luego Argentaria y finalmente BBVA en Beijing, años caracterizados por operaciones financieras de gran relevancia con financiación gubernamental española, para grandes proyectos de empresas españolas en China.

Lamentablemente, y al igual que otros latinoamericanos y españoles que en los años más difíciles, cuando casi nadie quería viajar a China, trabajaron en beneficio de las relaciones entre el mundo de habla hispana y la República Popular, en campos como el educativo, cultural, periodístico o económico, creo que el trabajo de Víctor Ochoa no ha sido reconocido y ha quedado en el olvido, ahora que China “está de moda” y existe una especie de competencia por demostrar quién es “más amigo” del país.

Todo estos elementos, unidos a que al tratarse de una recopilación de cartas se puede leer "fácilmente", hacen recomendable el libro de Víctor para que todos aquellos interesados en China, en especial las nuevas generaciones, puedan hacerse una idea de cómo se vivía décadas atrás en el país que está llamado a convertirse en la primera potencia del mundo.

Me atrevería a decir, incluso, que la gran mayoría de los jóvenes chinos nacidos después de los años ochenta, ni conoce, ni tiene idea de las cosas que describe Víctor en su libro.

Quizás, y ojalá, que el ejemplo de Víctor con esta publicación, sea un estímulo para que los otros “rara avis” empiecen, empecemos, a dejar constancia de nuestros recuerdos y a contar nuestras experiencias, antes de que sea demasiado tarde, ya que lamentablemente, en este mundo tan informatizado parece que la memoria se está perdiendo a una velocidad cada vez mayor.

14 octubre, 2014

Soles amarillos, soles rojos, colores y diferencias culturales


En la República Oriental del Uruguay el sol es amarillo; en Oriente el sol es rojo. Sobre colores y diferencias culturales con China

Cuando era niño siempre relacionaba el sol con el color amarillo. Para empezar, así era como lo teníamos, y lo tenemos, en nuestra bandera y escudo nacional en Uruguay; en la de nuestros vecinos argentinos; y así figuraba en los libros y dibujos infantiles.

Cuando con 17 años llegué a Beijing “descubrí” que para los chinos “el sol era rojo”. Se hablaba y se habla del sol rojo, pero nunca de un sol amarillo. Muchos podrían decir, con razón, que eso se debía a motivos políticos, ya que el rojo era el color “sinónimo del comunismo”.

De hecho Mao era definido como el “sol rojo de nuestros corazones”. “El Este es Rojo, sale el sol, en China ha nacido Mao Zedong” decía la letra de lo que de facto era como el himno nacional en esos años: “El este es rojo” y que aún suena, por ejemplo, en el reloj de la antigua Estación de tren de Beijing o en la zona del bund en Shanghai.

Sin embargo, también encontramos un sol rojo en la bandera de Japón (cuyo nombre puede ser traducido como “el origen del sol”) o en la de Bangladesh desde su formación como Estado en 1971.

O sea que esta diferencia en la definición del color del sol no era algo sólo político, lo cual me ha llevado a reflexionar sobre los colores y las diferencias culturales con el “mundo chino”.

Siguiendo con el rojo, e independientemente de las razones políticas, es un color que en China tradicionalmente representa lo bueno, lo positivo. Lo encontramos por ejemplo en las fiestas tradicionales, en los carteles, o en la vestimenta de las novias (aunque ahora en las grandes ciudades la “occidentalización” está poniendo de moda el blanco para las recién casadas).

En la economía, es interesante también ver que el color rojo –que en Occidente es sinónimo de pérdidas o resultados negativos (por ejemplo “números rojos”)- se utiliza, no sólo en China sino en Japón, como sinónimo de beneficio. Por ejemplo en la República Popular una distribución de beneficios se dice “distribución de rojos” (分红 ).

En la siguiente imagen de Bolsas de Japón y China podemos ver cómo las acciones y cotizaciones que suben están marcadas en color rojo, mientras que las que bajan, las negativas, se marcan en color verde; justo al contrario de lo que podemos ver en Occidente.


En el caso de China, y en medio de un proceso de cambios continuos acompañados muchas veces de acciones contradictorias, podemos encontrarnos con cadenas de televisión que utilizan el rojo como sinónimo de subida y otras que lo utilizan para representar pérdidas.

Estas diferencias culturales relacionadas con los colores las podemos encontrar en otros ejemplos. Cuando presencié por primera vez una ceremonia fúnebre en China –en concreto con motivo del fallecimiento del Primer Ministro Zhou Enlai en enero de 1976- vi como aparte de un brazalete negro, la gente se ponía flores de papel, de color blanco, en las solapas de sus chaquetas, y el blanco –sinónimo de luto- era un color predominante en las coronas funerarias.

Otro caso interesante es el del color amarillo, desde siempre relacionado con los emperadores, con la nación china; aunque desde hace ya varias décadas se usa también como sinónimo de pornográfico. Una ”película de color amarillo” es por ejemplo una película pornográfica. Las campañas del gobierno chino contra la pornografía se llaman “barrer lo amarillo” (扫黄).

Lamentablemente, y al igual que en gran parte de Occidente, el “negro” es en China sinónimo de algo malo, clandestino, y también se habla de “dinero negro” o “taxis negros –ilegales” por ejemplo.

Las diferencias culturales en relación con los colores también pueden causarnos algunas situaciones cómicas o embarazosas como la del joven extranjero que entra a una cafetería en Beijing con un sombrero verde, ante la mirada y las risas de la clientela local…. Lo que el pobre joven no sabía es que en China, llevar un sombrero verde es sinónimo de lo que la Real Academia Española ya acepta como “cornudo”.

 (Publicado originalmente en Global Asia)
Pinche aqui para leer entrada en Global Asia

28 septiembre, 2014

México, el español en China y latinos en el Beijing de los 70

Leo hoy en el periódico Global Times la noticia de que el Consulado de México en Shanghai organizó días atrás una conferencia sobre la influencia de México en el arte moderno de China.

Reconozco mi total ignorancia sobre el arte y la pintura en particular, pero la información me pareció muy interesante y debo decir que he aprendido muchas cosas nuevas tras su lectura. La conferencia, dada por el pintor chino Zheng Shengtian, hace mención a que fue el escritor Lu Xun quien introdujo en China el arte mexicano a través de un artículo que escribió en 1931 sobre el muralista Diego Rivera.
Posteriormente el artista mexicano Miguel Covarrubias visita Shanghai en los años 30 y ejerce una importante influencia en los pintores chinos de esa época, según lo que he podido aprender gracias a ese artículo.

Tras el triunfo de la revolución china, el arte mexicano se introduce en la recién fundada República en los años 50, causando también una importante impresión entre los artistas chinos que en esos años estaban influenciados por el realismo del arte soviético.

La lectura del artículo me ha hecho recordar y reflexionar sobre el importante papel que ha tenido México en la introducción y difusión en China del idioma español y de la literatura y el arte provenientes del mundo de habla hispana, papel que no sé si ha sido suficientemente reconocido.

En alguna otra ocasión he escrito que el español se empezó a estudiar y difundir en China, aparte del interés del gobierno de la República Popular, gracias a la labor de un reducido grupo de republicanos españoles, de latinoamericanos amigos de China, y a nivel gubernamental, principalmente gracias a la labor de países como Cuba y México.

Cuba empezó a recibir estudiantes chinos en la década de los 60, y México realizó una destacada labor a partir del establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular en 1972, a través de su gobierno, instituciones de prestigio como El Colegio de México, y de su Embajada en Beijing.

Para los pocos latinos que vivíamos en la capital china en los años 70 -en medio de un "desierto cultural" donde aún no existía Internet ni los vídeos- la Embajada de México era nuestro "oasis", al cual podíamos acudir a ver películas en español en su sala de cine, y a conseguir libros en la lengua de Cervantes. Fiel a su tradición de apoyo a la cultura y a las causas justas -como se vio en el caso de los republicanos españoles o de los exiliados latinoamericanos, y uruguayos en particular, en lo que a mi país respeta- que fueron acogidos por México, su Embajada en Beijing siempre tuvo las puertas abiertas para nosotros y para los ciudadanos chinos que estudiaban o hablaban español.

Viajar una hora en bicicleta, o en la línea 332 de autobús, valía la pena para aquellos que vivíamos en el Hotel de la Amistad o en las universidades de la ciudad, con tal de poder hablar español, ver una película en español o conseguir material para leer.

Es justo decir que la Embajada de Cuba también tenía una biblioteca abierta al público -gracias a la cual aprendí a admirar a Alejo Carpentier- y una escuela para niños de habla hispana -la única que existía en Beijing- pero la Embajada de México tenía la ventaja de su cine, uno de los mejores "lujos culturales" que entonces se podían encontrar en el país.

Ahora que "todo ha cambiado" -China, el mundo, las telecomunicaciones- y todo parece tan fácil, reconforta leer artículos como el del Global Times, gracias al cual he podido comprobar con alegría -en medio de mi ignorancia- cómo México continúa en China con su tradición de apoyo a las actividades culturales que contribuyen a un mejor conocimiento entre dos mundos -el chino y el de habla hispana- aún muy alejados el uno del otro.





(Imagen sobre "Exposición de pintura mexicana" tomada de la McGill University

13 septiembre, 2014

Un nuevo aniversario de la muerte de Mao - Mis recuerdos de ese día en Beijing

El pasado 9 de septiembre se cumplieron 38 años de la muerte de Mao Zedong. La efemérides casi no fue recordada no sólo en la prensa internacional sino tampoco en la prensa china. Aunque menos de cuatro décadas no son nada en la historia de la humanidad, ni siquiera en la más reciente, los cambios que han tenido lugar en China y en el mundo en este período han sido de tal magnitud que a veces parece que nos estamos refiriendo a la "prehistoria" si recordamos las cosas que pasaban a mediados de los años 70 del siglo XX.

Se podrá estar de acuerdo o en contra de Mao Zedong y de su trayectoria desde los años 20 hasta su fallecimiento en septiembre de 1976. Sin embargo, la China de hoy, gran parte de lo que -para bien o para mal- es el mundo de hoy, tiene una relación directa con "la China de Mao".

En este acelerado mundo de las telecomunicaciones y la revolución digital, quizás a veces sería bueno "poner el freno" y estudiar lo que fueron esos años -dejando de lado los tópicos o "anécdotas" de si Mao se lavaba los dientes o no- y así se podrían comprender un poco mejor acontecimientos que están teniendo lugar hoy mismo en China, en la economía mundial, en las relaciones internacionales, así como mucho de que está sucediendo en relación con Rusia, Japón, la Península Coreana, el papel de los Estados Unidos en la escena internacional, la evolución económica de América Latina y un largo etcétera.

Cuando murió Mao yo tenía 18 años, y llevaba ya más de un año viviendo en la capital china. Los meses anteriores y posteriores al fallecimiento del líder chino fueron de una gran intensidad y de cambios profundos y muy radicales, y en algún modo me siento afortunado de poder haber sido testigo directo de todos esos acontecimientos trascendentales en la historia de China, y como podemos ver hoy, del mundo entero.

Mis recuerdos de ese 9 de septiembre de 1976 los publiqué tiempo atrás en Global Asia en un artículo Recordando el día que murió Mao y me gustaría revivirlos hoy.

 Pinche aqui para leer el artículo completo "Recordando el día que murió Mao".




08 septiembre, 2014

Una vez más sobre Norman Bethune, la Guerra Civil española y la Revolución China

"En esta inmensa región (Wutaishan) soy el único médico para trece millones de habitantes y ciento cincuenta mil soldados" e "Hice ciento diez operaciones en veinticinco días". Así describía el médico canadiense Norman Bethune su experiencia en China, a donde había llegado en 1938.

Antes, había estado trabajando como médico en el bando republicano durante la Guerra Civil española, "...los aviones hicieron un barrido sobre nuestras cabezas -destellantes y plateados aviones de caza italianos y escuadrones Heinkels alemanes-" describía el comunista los sufrimientos de miles de personas que huían de Málaga a Almería.

Gracias a la Editorial Pepitas de calabaza ed. y al encomiable trabajo de Natalia Fernández Díaz que tradujo al español unos escritos y cartas de Bethune, y realizó una interesante introducción en el libro "Las heridas", se pudo saber algo en España de la apasionante historia de uno de los ciudadanos extranjeros más conocidos en China.

La guerra, la solidaridad, la medicina, unieron así -a través de un canadiense internacionalista- dos acontecimientos históricos, trágicos y trascendentales en la historia reciente de España y China.

Meses atrás recordaba en Global Asia, en un artículo titulado La guerra civil española, China y un médico canadiense algunos detalles relacionados con un episodio creo que poco conocido en España.

Ahora, leo con alegría en Noticias21 que se ha inaugurado en Málaga la exposición Norman Bethune: de Andalucía a China con la presencia del Embajador de China en España, Zhu Bangzao y el Consejero de Turismo de la Junta de Andalucía, Rafael Rodríguez.

La exposición -que en noviembre se trasladará a Beijing- recoge cerca de un centenar de fotografías, y forma parte de una serie de actividades para recordar el 75º aniversario del fallecimiento del médico canadiense que tuvo un papel destacado tanto en la Guerra Civil española como en la Revolución China y a quien Mao Zedong llegó a dedicarle un artículo.

Aparte de recomendar la lectura de "Las heridas" a todos aquellos interesados en esta parte muy poco conocida de la historia, y aunque no he podido aún ver la exposición -espero tener la oportunidad de visitarla, bien en Málaga o en Beijing- estoy convencido de que vale la pena ser visitada.

Pinche aquí para ver artículo de Noticias21

nche aquí para leer el artículo "La Guerra Civil española, China y un médico canadiense"

  

30 agosto, 2014

China: cambios lingüísticos y polémicas políticas, históricas y sociales

La nueva edición del “Diccionario de Palabras Estándares del Idioma Chino” (现代汉语规范词典) con la inclusión de una nueva acepción para la palabra “tuhao” (土豪) –anteriormente “déspota malvado”, y ahora también “persona rica sin cultura”- ha tenido una gran repercusión en la República Popular y generado muchos comentarios y polémicas en las redes sociales y en los medios de prensa del país.

En un  reciente artículo del China Daily podemos encontrar la noticia sobre el diccionario, que ha agregado unas cien palabras nuevas, en su mayor parte relacionadas con el lenguaje moderno de Internet; aunque ninguna ha generado tantas discusiones como “tuhao”, que tiene un profundo contenido histórico, político y social.

En noviembre del año pasado tuve la oportunidad de reflexionar en el Instituto Cervantes de Pekín sobre el tema “China: y la reforma también reformó el idioma” y meses más tarde publiqué un artículo en Global Asia.

En ambos casos hacía referencia a un grupo de “palabras que `han regresado` pero con otro significado”, destacando de forma especial precisamente el caso de “tuhao”  una de las palabras más “de moda” en la China de hoy, que originalmente tenía el significado políticamente despectivo de “déspotas locales”, y que ahora se usa – de forma despectiva o no, según sea el ángulo desde el que se mira- tanto como para lo que podríamos traducir como “nuevo rico” o, según la nueva definición oficial “persona con mucho dinero pero sin cultura ni valores correctos”.

Para ilustrarlo ponía dos diapositivas. La primera, con el significado “antiguo” de “déspotas locales”, término utilizado en la revolución del Partido Comunista y en los primeros años después de la fundación de la República Popular China, donde incluía una foto del “ballet revolucionario” “El destacamento rojo de mujeres” que recientemente ha vuelto a los teatros chinos.




En la segunda ponía un ejemplo de lo que podría ser hoy un “tuhao”



 “Tuhao” puede ser utilizada tanto como sustantivo como adjetivo y se ha vuelto tan popular que a finales del año pasado se difundió ampliamente en China la noticia de que iba a ser incluida en la próxima edición del Diccionario Oxford de Inglés.

Como indicábamos, se han generado polémicas de todo tipo en relación con la aceptación “oficial” de la nueva acepción para “tuhao” y hay opiniones para todos los gustos.

Muchos habitantes prósperos de las zonas rurales se han sentido ofendidos –por la definición de gente “sin cultura”- y han desatado una polémica en las redes sociales con los residentes en grandes ciudades.

Otros dicen sin tapujos que “el 90 por 100 de la gente de dinero en China se ajusta a la definición de “rico sin cultura ni valores correctos”; y también están los que opinan que los “millonarios de la noche a la mañana” de China no han hecho su fortuna por medios “honestos”, y su riqueza no es el fruto de su trabajo.

Muchas opiniones reflejan una especie de “odio” hacia estos “nuevos ricos”, mientras otras dan a entender una cierta “envidia” (“ya me gustaría a mí ser un ‘tuhao' aunque no tenga cultura” dice uno de los participantes en un foro).

En todo caso, esto no deja de ser una muestra más de que –como indicaba meses atrás, y perdón por auto citarme-  “las transformaciones que han tenido lugar en la República Popular en las últimas décadas, no sólo han cambiado la fisonomía del país, destacados aspectos de su sociedad y de la forma de vida de su población, sino incluso hasta la forma de hablar, de expresarse y la escritura.”


Aquí, muchos de los cambios en el idioma tienen su origen –al igual que en todo el mundo- en los avances tecnológicos, y en las transformaciones generacionales, sociales y culturales que se están viviendo en las últimas décadas. En el caso del chino, sin embargo, tenemos un elemento más a añadir y son los cambios que se producen como consecuencia directa de la política de apertura al exterior y de reformas políticas, económicas y sociales que están teniendo lugar en el país más poblado del mundo.