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05 agosto, 2018

Verano en Beidaihe - Donde se decide el futuro de China

A pesar de las espectaculares transformaciones que han convertido a China prácticamente en "otro país" en relación al que conocí cuando llegué hace más de cuatro décadas, hay cosas que no cambian y  siguen siendo igual a lo largo de los años: una de ellas es la reunión que la dirección del Partido Comunista realiza todos los veranos en el balneario de Beidaihe

09 septiembre, 2017

Así viví el 9 de Septiembre de 1976 la muerte de Mao en Beijing

(Versión resumida y actualizada de la entrada "A los 40 años de la muerte de Mao. Recordando el 9 de septiembre de 1976")


Este 9 de Septiembre se cumple otro aniversario de la muerte del líder chino Mao Zedong y me gustaría volver a recordar en estas breves líneas cómo viví ese día y los posteriores en la capital china, a la que habíamos llegado con parte de mi familia 14 meses antes. 

09 septiembre, 2016

A los 40 años de la muerte de Mao. Recordando el 9 de septiembre de 1976

Se cumplen hoy 40 años de la muerte del líder chino Mao Zedong y me gustaría volver a recordar en estas breves líneas cómo viví ese día y los posteriores en la capital china, a la que habíamos llegado con parte de mi familia 14 meses antes.

16 mayo, 2016

China: la Revolución Cultural y otros aniversarios

Después de una larga pausa, regreso a mis Reflexiones Orientales en una fecha y un año donde se cumplen aniversarios de acontecimientos trascendentales en la historia de la República Popular.

Efectivamente, un 16 de mayo de hace cincuenta años, el Comité Central del Partido Comunista de China reunido en Beijing en sesión ampliada aprobó un comunicado que marcaría el comienzo de la llamada oficialmente Gran Revolución Cultural Proletaria, de la que también este año se cumplen cuarenta años de su finalización. 

30 junio, 2015

Mis primeros cuarenta años con China

Este mes de julio se cumplen cuarenta años de mi llegada a China y del comienzo de una relación directa con la República Popular. En este período he residido veinte años en Beijing y he realizado más de doscientos viajes de ida y vuelta a la capital china.

Llegué a Beijing en la fase final de la llamada “Revolución Cultural”, con el Presidente Mao, como se le llamaba entonces, aún en vida; era la China de las Comunas Populares en el campo, de los Comités Revolucionarios como órganos de dirección de todas las entidades del país, de los estudiantes obreros-campesinos-soldados, de los pioneros y los guardias rojos.

Era la China de los “cupones de racionamiento” para la alimentación y la vestimenta y donde una bicicleta, un reloj de pulsera o una radio eran los bienes más valiosos que podían tener sus habitantes; una China de 800 millones de habitantes cuyos principales aliados internacionales eran Albania y Corea del Norte; un país –el más poblado de la tierra- que sin embargo no podía participar en ninguna Olimpíada porque no pertenecía aún al Comité Olímpico Internacional.

Cuando llegué a Beijing, Deng Xiaoping ya había sido restituido de sus cargos en el Partido Comunista y el Gobierno central tras haber sido criticado y perseguido al comienzo de la Revolución Cultural, pero en abril de 1976 volvería a “caer en desgracia” hasta su regreso triunfal en 1978 para convertirse en el arquitecto de la política de reformas y apertura al exterior.

En China fui testigo de la muerte de las tres figuras más importantes del país desde la proclamación de la República Popular hasta mediados de los años 70: el Presidente Mao, el Primer Ministro Zhou Enlai y el Presidente de la Asamblea Popular Nacional, Zhu De; del ascenso de Hua Guofeng como heredero efímero de Mao Zedong y de la caída de la llamada “Banda de los Cuatro” encabezada por la viuda del conocido como “gran timonel”, así como de los sangrientos incidentes de la Plaza de Tiananmen, primero en abril de 1976 y posteriormente en junio de 1989.

Me ha tocado vivir y estar relacionado con China durante la administración de las cinco generaciones de dirigentes del país, desde Mao Zedong hasta Xi Jinping, pasando por Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao.

En estas cuatro décadas he sido testigo de la transformación espectacular vivida por el país, de acontecimientos históricos impredecibles así como de previsiones catastrofistas que nunca se cumplieron.

Ningún seguidor y experto en China pudo predecir el nombramiento de Hua Guofeng como sucesor de Mao Zedong, o la posterior detención de Jiang Qing y su “Banda de los 4” ni muchos de los importantes acontecimientos que han tenido lugar y que aún se están desarrollando en el país. Tampoco las previsiones más optimistas llegaron a imaginar lo que China iba a ser hoy y su posición en el mundo.

La muerte de Mao, la caída de la “Banda de los 4”, los incidentes de Tiananmen, la desintegración de la URSS, la crisis financiera del sudeste asiático en los años 90, el regreso de Hong Kong a la soberanía china, la “primavera árabe” generaron también pronósticos de lo más pesimistas sobre la República Popular, llegando en algunos casos a mencionarse la  posible desintegración del país, el comienzo de una guerra civil, o estallidos de movimientos antigubernamentales incontrolados.

China es hoy, en muchos aspectos, otro país comparado con 1975, más abierto y más “fácil” de entender aunque en el fondo sigue siendo tremendamente complejo e imprevisible. 

Si algo he comprendido en estos primeros cuarenta años de relación con China es la tremenda complejidad del país y las dificultades para comprender, más allá de las apariencias y signos externos, lo que de verdad ocurre en el gigante asiático.




13 septiembre, 2014

Un nuevo aniversario de la muerte de Mao - Mis recuerdos de ese día en Beijing

El pasado 9 de septiembre se cumplieron 38 años de la muerte de Mao Zedong. La efemérides casi no fue recordada no sólo en la prensa internacional sino tampoco en la prensa china. Aunque menos de cuatro décadas no son nada en la historia de la humanidad, ni siquiera en la más reciente, los cambios que han tenido lugar en China y en el mundo en este período han sido de tal magnitud que a veces parece que nos estamos refiriendo a la "prehistoria" si recordamos las cosas que pasaban a mediados de los años 70 del siglo XX.

Se podrá estar de acuerdo o en contra de Mao Zedong y de su trayectoria desde los años 20 hasta su fallecimiento en septiembre de 1976. Sin embargo, la China de hoy, gran parte de lo que -para bien o para mal- es el mundo de hoy, tiene una relación directa con "la China de Mao".

En este acelerado mundo de las telecomunicaciones y la revolución digital, quizás a veces sería bueno "poner el freno" y estudiar lo que fueron esos años -dejando de lado los tópicos o "anécdotas" de si Mao se lavaba los dientes o no- y así se podrían comprender un poco mejor acontecimientos que están teniendo lugar hoy mismo en China, en la economía mundial, en las relaciones internacionales, así como mucho de que está sucediendo en relación con Rusia, Japón, la Península Coreana, el papel de los Estados Unidos en la escena internacional, la evolución económica de América Latina y un largo etcétera.

Cuando murió Mao yo tenía 18 años, y llevaba ya más de un año viviendo en la capital china. Los meses anteriores y posteriores al fallecimiento del líder chino fueron de una gran intensidad y de cambios profundos y muy radicales, y en algún modo me siento afortunado de poder haber sido testigo directo de todos esos acontecimientos trascendentales en la historia de China, y como podemos ver hoy, del mundo entero.

Mis recuerdos de ese 9 de septiembre de 1976 los publiqué tiempo atrás en Global Asia en un artículo Recordando el día que murió Mao y me gustaría revivirlos hoy.

 Pinche aqui para leer el artículo completo "Recordando el día que murió Mao".




09 septiembre, 2013

Recordando el día que murió Mao

Un 9 de septiembre de 1976, a las 00:10 de la madrugada, fallecía en Beijing el líder chino y fundador de la República Popular, Mao Zedong. Han pasado ya 37 años pero aún recuerdo claramente ese día, así como los que le precedieron y siguieron en uno de los años más convulsionados de la historia reciente de China.
Era una mañana de sol en un Beijing que iba entrando con fuerza en el otoño, después de unos meses de julio y agosto calurosos, lluviosos y tremendamente difíciles para los habitantes de la capital china que, afectados por el terremoto de Tangshan, tuvieron que vivir semanas fuera de sus casas, en carpas del ejército, en viviendas provisionales e incluso en la misma calle.
En realidad debería decir tuvimos que vivir, y no “tuvieron”, ya que junto con mi familia y otros extranjeros que residíamos en Beijing, también sufrimos las consecuencias del que se considera uno de los terremotos más devastadores de la historia moderna y que tuvo su epicentro a menos de 200 kilómetros de la capital china.
Ese día el Instituto de Lenguas de Beijing (北京语言学院) amaneció engalanado con banderas de colores y carteles que anunciaban la celebración, esa tarde, de un nuevo aniversario de su fundación.
Antes del mediodía, sin embargo, nos indicaron que se suspendían los actos de celebración y que debíamos regresar a nuestras habitaciones y estar pendientes de la radio ya que a las 16:00 horas se iba a anunciar una “noticia importante”.
Aunque eran tiempos sin redes sociales, internet, teléfonos móviles o faxes, “todos” sabíamos o suponíamos de qué se trataba. Era la noticia que todos sabían que iba a suceder, y que algunos estaban esperando, pero que nadie se atrevía a mencionar en público: la muerte del hombre a quien en todas las consignas se dedicada un “Viva”, o en chino un “diez mil y diez años”  (万岁,万万岁).
Después de la muerte ese año del Primer Ministro Zhou Enlai el 8 de enero, y del caudillo militar y Presidente de la Asamblea Popular China (Parlamento) Zhu De, el 6 de julio, Mao era el último sobreviviente del trío más importante que aún, a mediados de los años 70, estaba al frente del país más poblado del planeta. (En una anterior entrada titulada “Todo comenzó un 8 de enero de 1976” trato el tema del fallecimiento de Zhou Enlai y otros acontecimientos de ese año)
En sus últimas apariciones públicas en la televisión recibiendo a dirigentes extranjeros –entre ellos a Richard Nixon o al entonces Vicepresidente egipcio Hosny Moubarak- ya se podía apreciar claramente el deterioro de la salud y estado físico general de Mao.
Su última aparición pública fue un 12 de Mayo, cuando recibió al Primer Ministro de Singapur, Lee Kuan Yew.
Después de almorzar en el comedor del Instituto, regresamos en bicicleta con mi hermana a nuestro domicilio, donde, a las 16:00, pegados a una radio eléctrica de mesa marca “El Este el Rojo”, escuchamos el comunicado oficial anunciando el fallecimiento del “camarada Mao Zedong, respetado y querido gran líder de nuestro Partido, nuestro ejército y nuestro pueblo de todas las nacionales, gran maestro del proletariado internacional y de las naciones y pueblos oprimidos del mundo”, y a continuación una reseña biográfica seguida de música fúnebre china y los acordes de “La Internacional”.
Al segundo día, y a pesar del duelo oficial fijado hasta el 18 de septiembre, asistimos a nuestra clases de chino donde el profesor Wang, con lágrimas en los ojos, un brazalete negro y una flor blanca, nos enseñó a escribir la frase  “Gloria eterna al Gran Líder el Presidente Mao!”
El cuerpo del dirigente chino fue velado en el Gran Palacio del Pueblo, por donde pasaron, de forma organizada, unas 300.000 personas, y a donde tuve la oportunidad de asistir el 14 de septiembre entre un grupo de los llamados “amigos extranjeros” que entonces estábamos en la capital china.
El acto final de despedida tuvo lugar el 18 de septiembre a las 15:00; con un país que se paralizó por completo durante tres minutos, y en una plaza de Tiananmen ocupada por un millón de personas.
Era un hito más, pero no el último, de un año del dragón que iba a convertirse en uno de los más trascendentales –y quizás de los menos estudiados, analizados y conocidos- de la vida de la República Popular.
La muerte de Mao fue el comienzo de una nueva e intensa lucha interna dentro del Partido Comunista que, contra todo pronóstico, provocó en octubre la caída de su viuda Mao, Jiang Qing y otros tres importantes dirigentes del Buró Político –la conocida como “banda de los cuatro”.
Un prácticamente desconocido Ministro de Seguridad Pública, Hua Guofeng, asume plenamente en septiembre el papel de sucesor de Mao que ya había empezado a ejercer de forma oficiosa en enero de 1976; aunque su paso por el poder fue bastante efímero ya que al cabo de un poco más de dos años, en diciembre de 1978, un nuevamente rehabilitado Deng Xiaoping comienza a dirigir un movimiento de reformas y cambios que aún sigue adelante, y que ha convertido a China en ese gigante al cual hoy todos enfocan sus miradas.
Creo que es bueno recordar esos momentos históricos para darse cuenta de lo imprevisible que es el “Imperio del Centro”, de lo difícil que es entender y predecir lo que pasa en su interior. Ningún sinólogo, llamado “experto” en China o simple seguidor de la evolución de este país pudo predecir, entre otras cosas, el final de Lin Biao como heredero oficial de Mao; la rehabilitación de Deng en 1974 y su nueva caída en abril de 1976; la nominación de Hua Guofeng como sucesor de Mao, y la caída, juicio y condena de su viuda Jiang Qing y de sus fuertes aliados en la dirección política del Partido Comunista.
Considero que es bueno tener esto en cuenta cada vez que se analiza China, a pesar de que ahora, con el avance de las telecomunicaciones, una mayor apertura y transparencia en relación con la de aquellos años, todo parece –para muchos- un poco más fácil y sencillo de entender.
Publicado originalmente en Global Asia


25 diciembre, 2012

Mao - Otro 26 de Diciembre



Hoy, 26 de diciembre, se cumple un año más del natalicio de Mao Zedong.

Independientemente de la opinión que se tenga sobre el líder chino y su papel en diferentes etapas de la historia del país asiático en el siglo XX, es indudable que no se puede hablar del desarrollo y evolución de la China moderna sin tener en cuenta a quien fue conocido popularmente en su país como “el Presidente Mao”.

Su figura y muchas de sus decisiones, tanto dentro de China como en las relaciones internacionales, ha estado rodeada de polémicas, en primer lugar dentro del mismo Partido Comunista de China.

Hoy, treinta y seis años después de su muerte, y a pesar de los cambios que ha experimentado China desde entonces en lo ideológico, económico, social y político –muchos de ellos en clara discrepancia con los ideales pregonados por quien es considerado el fundador de la República Popular- su retrato sigue colgado en lo que se considera el centro político del país –la plaza de Tiananmen, donde también se levanta su Mausoleo- y su figura ilustra los billetes de la moneda del país.

Una muestra más de la complejidad de China.