20 abril, 2020

Reflexionando sobre el Día Mundial de la Lengua China

Hoy es el Día Mundial de la Lengua China, según una resolución, de hace ahora diez años, de las Naciones Unidas “cuyo objetivo es celebrar la diversidad multilingüe y cultural, así como promover el uso equitativo de los seis idiomas oficiales” del organismo internacional.

En unos pocos días, el 23 de abril, le tocará al español. Los otros idiomas oficiales son el árabe, el francés, el inglés y el ruso.

Creo que es bastante conocido que el chino es el idioma más hablado del mundo, seguido por el español; una de las lenguas más “de moda” en el estudio de idiomas extranjeros y considerado por muchos como el más difícil del mundo.

Mi experiencia con la lengua china comenzó siendo casi un niño, en la librería “Nativa Libros” que mi padre tenía en Montevideo, donde vendía unos manuales de estudio, de los cuáles nunca pude pasar, creo, de la página cinco. Pero desde entonces ya fui consciente de lo difícil que era estudiar por cuenta propia un idioma con una pronunciación muy diferente a la del español, sin alfabeto y con una escritura muy complicada que exigía y exige el uso constante de la memoria.

Luego, y ya con diecisiete años, tuve la oportunidad de estudiarlo en el entonces llamado Instituto de Lenguas de Beijing 北京语言学院 (conocido hoy en español como Universidad de Lenguas y Culturas de Beijing - 北京语言大学- o BLCU en sus siglas en inglés).

Después de dos años de estudio, reconozco que al graduarme, era muy poco lo que podía entender, así como lo que me entendían. Mi frustración fue mayor cuando un día le pregunté por una dirección a un soldado y me respondió “对不起我不会英文” (lo siento, no hablo inglés).

Luego pasé a la Universidad de Qinghua, (清华大学, aunque en inglés ha recuperado su nombre original de “Tsinghua”) donde estudié en chino la carrera de informática en medio de una Facultad con cientos de estudiantes chinos y sólo tres extranjeros, ninguno de los cuales hablaba español. Por cierto en los años pasados en Qinghua también estaba el actual Presidente chino Xi Jinping, entonces en la Facultad de Química.

Y desde entonces y hasta ahora, después de cuarenta y cinco años, el chino ha ido y es, junto con el español, el principal idioma en toda mi vida profesional, el cual debo usar para comunicarme, leer y escribir.

De lo que ya me había dado cuenta en Montevideo –la extrema dificultad de este idioma- se comprobó en la práctica luego de llegar a la República Popular en el año 1975.

El idioma sigue siendo el mismo, con los cambios lógicos de los tiempos pasados, pero cuando lo estudiamos teníamos varias dificultades añadidas que no tienen los que hoy y en los años recientes, se dedican a su estudio.

En primer lugar, y por los factores políticos de esos años, los pocos que lo estudiamos entonces, no teníamos relaciones con la población local. Hoy, cualquier extranjero puede comunicarse libremente con un ciudadano chino, tener amigos en el país e incluso llegar a tener una pareja y hasta casarse con una persona del país.

En segundo lugar, y quizás lo más importante, es que entonces no existían los medios informáticos modernos de la actualidad, que tanto han ayudado a su aprendizaje y uso. Así la memorización, la repetición hasta el agotamiento de pronunciaciones y caracteres, eran nuestras únicas herramientas, junto al aún popular “新华字典” (“Diccionario Xinhua”, que por cierto vi con alegría en la biblioteca del despacho del Presidente Xi Jinping en uno de sus más recientes mensajes emitidos a la población por la televisión).


El uso del diccionario era una tarea nada fácil; había primero que conocer el radical del caracter por su número de trazos, luego buscar, también contando el número de trazos, la “parte restante” para al fin encontrar la palabra buscada. Había que dar varios pasos antes de lograr el objetivo. Si por suerte uno sabía la pronunciación, la tarea era relativamente “más fácil”, pero aún así si uno buscaba en pinyin por ejemplo el sonido da, había que ir buscando todos los da para encontrar la palabra buscada.

Lo más moderno que existía entonces era el telegrama y télex, el cual no sé si muchos de los lectores sabe lo que era. Cada carácter para un texto de telegrama tenía un código de varias cifras –creo recordar que eran cuatro o cinco- que usaba el telegrafista para “traducir” el texto a cifras; lo que, al contrario, hacía el telegrafista que lo recibía para “traducir” esas cifras a texto.   

Las máquinas de escribir no eran para uso particular –aparte de por su tamaño, por su complejidad- y todo lo que escribían los políticos, los científicos, los intelectuales y la gente de la calle, se hacía a mano, por cierto muchas veces utilizando el pincel, herramienta fundamental en la caligrafía china, que por cierto era y es un arte más, como por ejemplo la pintura.

A pesar de esas dificultades logramos –y uso el plural porque me refiero a los pocos que lo estudiábamos entonces- salir adelante. Y aparte del idioma en sí, por lo menos en mi caso, pudimos aprender mucho de la mentalidad china, de la lógica china –lo cual me ayudó a comprender mejor el mundo de la informática-, a veces tan “fácil” de entender en teoría, pero no de comprender en la práctica.

No sé si saben los que ahora o en los últimos años se dedican al estudio de la lengua más hablada del mundo, lo afortunados que son gracias a los cambios sociales, y en especiales tecnológicos, que han tenido lugar en el mundo en general, pero en China de forma más acentuada. Hay que tener en cuenta que solamente el uso del fax a mediados-finales de los años ochenta del siglo pasado, y todo lo que vino después contribuyó y contribuye de manera destacada al desarrollo de China en todos los aspectos –científico, literario, cultural, la vida diaria y un largo etc.- algo muy difícil en el pasado cuando un escritor o un científico tenía que escribir todo a mano y la difusión de sus obras era tan difícil.

Se podrá decir que eso también ocurrió en Occidente; pero fue muchos años antes que en China, ya que desde que tengo uso de razón recuerdo que las Olivetti no eran un artículo de lujo para un profesor o estudiante.

Como todo en esta vida todo tiene su lado bueno y su lado malo. Al igual que lo que pasa con el español, los medios modernos de uso y transmisión de textos, están llevando en el idioma chino, a una especie de “analfabetismo”, donde ya no se recuerda bien cómo se escriben las palabras. En el caso del chino, además, muchos expertos ven con preocupación cómo se va perdiendo una de las joyas de la cultura nacional, como es la caligrafía. En todo caso, en líneas generales, creo que los efectos positivos superan con creces los negativos.

El espectacular desarrollo que ha alcanzado China en todos los aspectos, en las últimas décadas, ha hecho que el idioma chino esté cada vez más “de moda” en todos los países del mundo, y hay una fiebre por estudiar su lengua, incluso desde la escuela primaria.

Sin embargo también hay crudas realidades en relación con este tema:

A pesar de lo que piensa mucha gente, ya en los años setenta, pero en especial en estos momentos, el saber chino no implica, por lo menos en España y Uruguay –los países que más conozco- el poder conseguir un trabajo (ya no digo un buen trabajo, sino simplemente un empleo) y son innumerables los casos que he conocido y conozco de gente que lo habla, pero o bien está trabajando en otros campos que no tienen nada que ver con China, o se está desperdiciando un valor añadido que podría ser muy útil para la sociedad.

En segundo lugar, en la mayoría de los casos, el conocimiento del idioma chino es algo que en la gran mayoría de los casos, no está lo suficientemente reconocido, ni mucho menos bien pagado. Se llega al extremo, muy fácil de comprobar, y con honrosas excepciones, de que en los libros traducidos del chino al español, el traductor es una figura que no se destaca, y así uno puede comprar en una librería una novela china, que ha sido traducida … del inglés, por ejemplo. Lo mismo pasa con el trabajo de intérprete, en muchos casos mucho más difícil que el de traductor. A veces da la impresión de que la palabra “intérprete” se usa en un tono casi despectivo; y el intérprete se usa en muchos casos sólo para eso, para interpretar una conversación, sin tener en cuenta las opiniones o sugerencias que éste podría aportar, antes o después de la misma. Y eso en el mejor de los casos, ya que son incontables los casos donde, en el sector público o privado, no se quiere contar con su propio intérprete. No sé cómo será desde el punto de vista económico, pero sí es una gran verdad, que, en comparación, China está, en este como en muchos otros campos, muy por delante de cualquier país de habla hispana.

Una gran parte de los llamados “expertos” en China, los que figuran de forma continua en todo tipo de acto público, ni siquiera saben chino, o tienen un nivel que les permite mantener una charla informal, pero que son incapaces de leer un diario chino, y menos aún una novela o ver una película. Aquí, como en el caso anterior, China está también muy por delante de cualquier país de habla hispana, y pido perdón por usar exactamente la misma frase del párrafo anterior. Lo vemos en sus diplomáticos, en sus corresponsales en el exterior, en sus empresas, en su mundo académico, en su mundo social, y un largo etc. Y eso es mérito de China y de sus autoridades, empezando por el entonces Primer Ministro Zhou Enlai, quien en una China apenas salida de décadas de guerra, tomó la sabia iniciativa de, ya a mediados de los años cincuenta, dar instrucciones para que comenzara a prepararse de manera formal, el aprendizaje de la lengua de Cervantes.

Podría extenderme mucho más sobre un tema que me apasiona tanto, y que está tan directamente relacionado con mi vida. Para los interesados en el tema, me permito poner como referencia los enlaces a artículos escritos con anterioridad en estas “Reflexiones Orientales”.

Y para terminar, mis felicitaciones este día para todos aquellos que tienen la lengua china como idioma materno –lo cual ocurre no sólo en la República Popular-, a todos los que lo han estudiado o lo están estudiando, y a aquellos que tanto en China como en nuestro mundo hispanoparlante, han hecho y hacen de forma continua, esfuerzos para incrementar el conocimiento mutuo entre los habitantes de las dos lenguas más habladas en nuestro mundo.


@PabloRovetta



1 comentario:

  1. Interesate post, como todos los tuyos, Pablo, y muy oportuno. A mi siempre me ha interesado la lengua china, no para hablarla (en mi caso creo que es imposible) sino para entender un poco cómo es la forma de pensar de los chinos. Se tres o cuatro palabras (bueno, quizá exagere, pero no muchas más) y durante años mantuve aquello de que "en el país de los ciegos el tuerto es el rey". Hoy ya hay muchos "tuertos" en España y bastantes sinoparlantes. De aquella época setentera es es el diccionario que me compré en 1977 (Diccionario Español de la Legua China, Espasa Calpe), y que para mí es mi biblia del chino, que todavía consulto de vez en cuando.

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