03 diciembre, 2017

Beijing ya no quiere pobres

Varios medios de comunicación, chinos y extranjeros, entre ellos algunos españoles, están reflejando un movimiento que tiene lugar en estos momentos en la capital china y que consiste en la expulsión de miles de personas y la destrucción de viviendas y tiendas de gente de bajos recursos.


No me voy a extender mucho en este tema del cual, como he dicho, se han hecho eco muchos medios de prensa de España, como, entre otros la Agencia Efe, El País, La Vanguardia, La Voz de Galicia, o El Correo. No he leído toda la prensa española así que me refiero sólo a las crónicas a las cuales he tenido acceso. También he seguido el tema en los portales chinos Sina.com y Baidu.com.

Resumiendo brevemente, el pasado 18 de noviembre tuvo lugar un incendio en las afueras de Beijing que causó 19 muertos, en una zona de viviendas precarias donde vivían personas de bajos recursos, muchas de ellas desde hacía décadas y que se dedicaban a trabajos "de baja calidad".

Como consecuencia las autoridades municipales lanzaron inmediatamente una campaña de 40 días para terminar con esas viviendas precarias, en teoría posibles focos de incendios. En muchos casos, les han dado un plazo de 48 horas para que se fueran de la ciudad, amenazándoles con cortarles el agua y la luz, para luego destruir esas construcciones.

Esta acción ha causado una gran polémica en las redes sociales y entre gran parte de la población, lo cual ha llevado a las autoridades municipales a negar de forma repetida que se trate de una acción contra la población de bajos recursos. Esa continua y ampliamente difundida negación pública no hace más que reflejar, en mi opinión, el descontento general que esto ha generado.

Según la Agencia EFE, incluso un grupo de intelectuales chinos habría escrito a las autoridades pidiendo la paralización de esta medida que calificaron de "despiadada" y "en contra de los derechos humanos".

En realidad ya meses atrás, en zonas céntricas de Beijing las autoridades comenzaron a destruir pequeños restaurantes, bares y tiendas muy populares que hasta entonces habían sobrevivido a la "piqueta fatal del progreso", en medio de centros comerciales de lujo y del bosque de rascacielos de acero y cristal en que se ha convertido la capital china.

La verdad es que desde hace ya años Beijing lamentablemente  ha ido perdiendo paulatinamente su personalidad y de alguna manera se ha convertido en una ciudad "muy bonita" para las fotos, pero inhóspita, en especial para los peatones y ciclistas.

Acabo de regresar de Shanghai, una ciudad que no me gustaba, antes, cuando Beijing "era Beijing"; pero también con su enormes rascacielos, pude disfrutar en Shanghai de calles pequeñas arboladas, con pequeños negocios y cafeterías, e ir caminando a muchos lugares sin tener que cruzar puentes o atravesar túneles como ocurre ahora en la capital china.

Con esta expulsión en el frío invierno de Beijing de los que las autoridades no quieren que se les llame "gente de bajos recursos" parece que quieren transformar definitivamente a la capital china en una especie de centro comercial "moderno" y de lujo, donde ya no haya nada "feo".

Aparte del tremendo drama humano que esta acción está causando -¿a dónde irán esos expulsados?- también es motivo de tristeza para los que como en mi caso hemos estado viviendo y viajando a Beijing durante más de cuatro décadas ver cómo la ciudad, aparte de las indiscutibles mejoras que ha experimentado, se ha transformando cada vez más en una urbe sin personalidad, sin "alma".

Días atrás, en concreto en la madrugada del 1 de diciembre, tuvo lugar en Tianjin un incendio en un edificio de 38 pisos, que causó 10 muertos. No creo que por ello vayan a expulsar a los habitantes de esa torre, que está situada a menos de un kilómetro de la sede del Gobierno Municipal, en pleno centro de la ciudad. 

La realidad, lamentablemente, es que parece que Beijing ya no quiere pobres.

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