07 diciembre, 2017

A los 10 años de "China nos importa, China nos afecta"

Se cumplen diez años desde que escribí en Iberchina un artículo titulado "China nos importa, China nos afecta". Eso fue antes de que en  noviembre del 2018 desde Iberglobal/Iberchina se me calumniara de la forma más ruin.

A pesar del tiempo pasado, considero que el artículo no sólo no ha perdido actualidad, sino que por el contrario tiene ahora más vigencia. También a través de ese artículo se puede ver cómo estaba China en el mundo hace sólo diez años atrás, y como se encuentra en estos momentos. 

Por esa razón, he considerado que quizás pueda ser de interés reproducirlo íntegramente, sin cambiar ni una sola coma, y esto es lo que hago a continuación. He tenido que hacer un copiar/pegar ya que parece que el artículo ha desaparecido de la página de Iberchina. A continuación lo copio tal como salió en su momento:


CHINA NOS IMPORTA, CHINA NOS AFECTA


Artículo de Pablo Rovetta, un veterano seguidor y testigo directo de la realidad de China, país al que está relacionado desde 1975. Rovetta es el editor de Carta de Asia-Economía, el boletín electrónico que publica Casa Asia (y que elabora Iberglobal). Para Rovetta, en España no se conoce China en general, falta interés por conocerla de verdad, y se han creado una serie de mitos y conclusiones erróneas sobre el país asiático y las relaciones bilaterales. Todo ello a pesar de que lo que está pasando en China afecta y afectará de forma general a la sociedad española.

Pablo Rovetta
Desde hace ya décadas, pero de forma especial en estos últimos años, está teniendo lugar en China uno de los procesos de desarrollo económico y social más profundos y espectaculares del mundo.
Muchos expertos coinciden en que es difícil encontrar en la historia reciente un caso similar donde, en tan poco tiempo, un país haya experimentado no sólo cambios tan profundos, sino un desarrollo económico, social, industrial y científico tan destacado; donde la vida de cientos de millones de personas esté cambiando de forma tan rápida y radical.
Mientras una parte del mundo mira con asombro, incredulidad, temor o envidia todo lo que está pasando en China, otra parte parece que no percibe o no quiere percibir lo que está ocurriendo en ese país.
Se podrá estar más o menos de acuerdo con China, se podrá discutir sobre las ventajas o defectos que sus cambios están introduciendo en la sociedad y en el mundo, o se podrán apoyar o criticar muchos de los fenómenos del proceso chino.
Lo que no se puede es permanecer indiferente ante el mismo o ignorarlo, porque, nos guste o no, todo lo que está pasando en China está ya afectando de forma directa o indirecta nuestras vidas.
China es en estos momentos la cuarta economía del mundo por valor total de su producción, y de seguir a este ritmo podría superar a Alemania el próximo año y quedar en tercer lugar por detrás de Estados Unidos y Japón.
También es ya el tercer importador y exportador mundial, después de Estados Unidos y Alemania.
Podríamos aquí detallar una larga serie de cifras para demostrar la importancia y fuerza de China en la economía mundial, como por ejemplo su importante posición en la energía, la industria del acero, del automóvil, o la electrónica, entre otras.
Más importante que las cifras, sin embargo -hay países que están creciendo más que China- es la relación entre lo que pasa en China y nuestra vida actual y futura.

Muchas de las actuales fluctuaciones de las bolsas internacionales tienen una relación directa con lo que pasa, por ejemplo, en la bolsa de Shanghai. El que Shanghai cierre al alza o a la baja afecta ya diariamente a la mayoría de las bolsas de valores del mundo y por consiguiente influye de forma directa en los ahorros, inversiones y deudas de millones de españoles.
Las subidas en el precio de la gasolina -y en consecuencia del IPC- tienen una relación muy directa con China, el segundo consumidor de energía del mundo.
Los precios y la oferta de muchísimos productos de uso diario, desde textiles y calzado, hasta artículos de consumo, electrónicos o productos industriales, tienen una relación directa con China. Muchos de ellos o ya se fabrican en China, o tienen componentes fabricados en China, o utilizan materias primas cuyos precios los define el mercado chino.
Da igual que una empresa no tenga ninguna relación y ni quiera tenerla con China. Al final, tarde o temprano, es muy probable que esa empresa  se encuentre con un competidor de China en otra región del mundo, o con que su cliente alemán se traslada a China y tendrá que empezar a suministrarle allí, o que por ejemplo su competidor italiano es más fuerte porque está unido a un socio chino.
También podrá encontrarse de la noche a la mañana con que su empresa, o su empresa matriz en otro lugar del mundo, ha sido adquirida por una empresa china (Lenovo, por poner sólo un ejemplo)
Este fenómeno, esta relación directa o indirecta con China, lo podemos extender a casi todos los campos de la sociedad. Lo vemos en el cine -es difícil ya no ver directores o actores o películas chinas premiadas en los principales festivales internacionales-; lo vemos en el deporte y tendremos oportunidad de volver a verlo pronto en los Juegos Olímpicos; lo vemos en la ciencia y tecnología; lo vemos en el turismo; lo vemos en la educación (la demanda por estudiar chino se está acelerando en España).

Y sin embargo...
Y sin embargo parece que, en general, España es aún ajena a esta realidad, a pesar de los buenos deseos expresados de forma continua desde hace décadas, y de las visitas al más alto nivel que tienen lugar desde hace mucho tiempo entre ambos países.
Estos días, y con ocasión de la visita de los Reyes de España a China, y de la celebración del II Encuentro Empresarial Hispano-Chino, se volverá a repetir que "China es un país prioritario para España", que "España apuesta por China", que las empresas españolas "desembarcan" en China, que se "descubre" China, etc., etc.
Al final, serán los mismos titulares que encontramos si nos dedicamos a estudiar las hemerotecas y ver lo que se escribía ya en los años 80, cuando Felipe González viajó por primera vez como Presidente de Gobierno al país, y lo que se viene escribiendo desde entonces.
No queremos entrar en la polémica de si España llegó o no llegó tarde a China. Lo que sí parece claro es que España está llegando tarde en el proceso del conocimiento de China y su realidad.
Consideramos que existe a nivel general en España un desconocimiento de la realidad china y, lo que es peor aún, una visión parcial de la misma. Es más, asombra muchas veces la superficialidad, autosuficiencia y falta de rigor con que se habla con frecuencia de China en España.
China sigue siendo considerada una cosa lejana y "rara", una gran tienda de "todo a cien", un fabricante de productos baratos y de mala calidad, un copiador y falsificador de productos.
Lo que es peor es que se siguen oyendo y leyendo calificaciones que rayan con el racismo cuando se hace mención al color "amarillo" para referirse a China y su gente, o a los "ojos rasgados" de sus habitantes.
A diferencia de cualquier importante órgano de prensa escrita de otro país, en España aún no se sabe cómo deben ser llamados los nombres chinos. Se le llama Jintao al Presidente de la República Popular China, que es como llamar José Luis al Presidente del Gobierno español, o George al Presidente de los Estados Unidos.
Tampoco parece ponerse mucho de acuerdo la sociedad en general sobre el nombre correcto del país, o su capital y principales ciudades (¿Beijing o Pekín? ¿Shanghai o Shangai?) como podemos comprobar con facilidad haciendo una lectura de lo que se publica y escribe sobre China en España.
Si nos vamos a otros nombres, la confusión es aún mayor. En un reciente estudio de un prestigioso organismo, con el apoyo de prestigiosas instituciones públicas, se citaba, no una ni dos ni tres, sino decenas de veces, y en innumerables páginas la ciudad de "Whan" (adivinamos que por "Wuhan") 
Se podrá decir que las diferencias culturales son muy profundas, y es verdad; se podrá hablar de la falta de tradición en el acercamiento al país asiático, y también en verdad.
Y sin embargo, los chinos no se equivocan al citar nombres españoles -entre otras razones porque desde hace décadas tienen cientos de hispanoparlantes en su Administración y empresas- y sin embargo, la prensa de prestigio internacional y los organismos internacionales tampoco se equivocan a la hora de citar los nombres chinos.
Se podrá argumentar que éstos son detalles irrelevantes, y es posible que sea así; sin embargo consideramos que son el reflejo de una falta de verdadero interés por conocer ese país, su historia y su realidad. 
Los mitos
Esta falta de interés y de conocimiento -a pesar de todo lo que han avanzado las comunicaciones y de las grandes posibilidades que ofrece Internet-, puede llevar a conclusiones erróneas o a la creación de algunos mitos.
Una de las conclusiones que se oyen con frecuencia es que "tenemos una relaciones muy buenas", que "nos han tratado muy bien". Esa es la conclusión general de los políticos que visitan el país desde hace décadas.
Que las relaciones son buenas o muy buenas en lo diplomático y político es una realidad, y más cuando no han existido ni existen entre España y China conflictos históricos o de intereses.
Hay que aclarar, sin embargo, que China tiene relaciones muy buenas con casi todo el universo y que la cortesía y diplomacia china hace que "se trate muy bien" a todos sus huéspedes.
La República Popular es el único país del mundo cuyo Presidente puede darse un abrazo con Fidel Castro en La Habana y a los pocos días estar comiendo en el rancho de Tejas del Presidente George Bush.
Las actuales excelentes relaciones políticas entre España y China, además,  no vienen de ahora, sino que se fueron forjando en los contactos e iniciativas tomadas por los gobiernos españoles de las últimas más de dos décadas -desde Felipe Gonzales, pasando por José María Aznar hasta ahora José Luis Rodríguez Zapatero- así como por muchas iniciativas chinas.

Lo malo o lo peligroso de estas excelentes relaciones es caer en la autocomplacencia y llegar a la conclusión de que las cosas se están haciendo muy bien.
La pregunta que se hacen algunos observadores -en especial si comparan lo que hace España con la actuación de otros países de su entorno- es si lo que se está haciendo es suficiente, o si se está haciendo de la mejor manera.
También se habla mucho sobre "la amenaza china" o el "peligro chino" para España, su economía y sus empresas.
Es verdad que el desarrollo chino ha perjudicado y está perjudicando a sectores de la economía española -lo mismo que a otros países europeos-, pero poco se habla de las oportunidades comerciales que ha creado y está creando para muchas empresas.
Con frecuencia se destaca también con razón el tremendo y creciente déficit que existe en la balanza entre comercial entre España y China. La mayoría de los socios comerciales de China tienen fuertes déficits con la República Popular y este es uno de los principales puntos de conflicto en la actualidad entre Occidente y el país asiático.
Sin embargo muchas veces sólo se mencionan como "culpables" de ese déficit a los exportadores chinos, o a los comerciantes chinos que se instalan en España.
Recientemente, un importante órgano de prensa español se quejaba de que "a pesar de la constante llegada de compañías españolas a China" la balanza comercial "no ha cesado de deteriorarse". Pero, ¿es que todas las empresas españolas que llegan a China lo hacen para exportar a ese país?
¿Es la presencia empresarial española en China sinónimo de mayor exportación?
¿Acaso todas las inversiones españolas implicarán una mayor exportación española a China?
¿En muchos casos no será al revés?
El problema no es que esas importaciones o inversiones sean criticables; el problema es que mientras la presencia empresarial española en China es elogiada unánimemente, China y sus empresas serían los únicos culpables de un déficit que por cierto, en muchos casos, beneficia al consumidor español.
También se repite de forma constante que España y sus empresas no están en China debido a que el país asiático es "difícil", a los problemas de la distancia, el marco jurídico, la falta de vuelos directos, las dificultades del idioma o de la cultura.
Es un hecho que la presencia empresarial española en China es comparativamente insignificante. Muchas son las causas de este fenómeno -que por otra parte es un reflejo de la presencia española en muchos otros mercados del mundo-
Sin embargo esa lejanía geográfica, cultural e idiomática, esos "problemas" en el marco jurídico lo tienen también los mismos países del llamado entorno de España, y no le impiden tener una fuerte presencia en el mercado chino.
China está igual de lejos para España que para Francia o el Reino Unido; la cultura china es tan diferente de la española como de la italiana; los alemanes u holandeses no tienen más facilidad para estudiar chino que los españoles.
Los "problemas jurídicos" de China no impiden que sea desde hace años uno de los principales receptores de inversión extranjera y que las grandes multinacionales estén trabajando en este país.
En resumen, China nos afecta y nos afectará mucho más de lo que podemos imaginarnos. Cuando antes sea la sociedad consciente de esta realidad, y cuanto antes se prepare para ello, mejor parada saldrá del "fenómeno chino".
Más que "estar" o no "estar" en China, se trataría pues de "poner a China en el mapa".
Un estudio y análisis serio de la China de hoy y de su evolución reciente; un análisis comparativo,  serio y profundo de cómo otras sociedades (en Europa, en Estados Unidos, en América Latina) están tratando el fenómeno de China,  puede ser de gran utilidad para ver de verdad dónde se encuentra España en este proceso.
La experiencia de muchas iniciativas oficiales y privadas de las últimas décadas, la experiencia de algunas empresas españolas en el mercado chino, demuestran que el éxito es posible si se trabaja con profesionalidad, lógica y sentido común, con voluntad de conocer el país y su realidad y de invertir mucho tiempo y recursos en ello.

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El original del artículo parece que ha desaparecido pero aparecía pinchando aquí.

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