Llevo cuatro días en Beijing y desde la ventana de mi
habitación no soy capaz de ver más allá de los edificios de enfrente. Desayuno
viendo la televisión local y leyendo la prensa capitalina que indica en
titulares a toda página que la contaminación del aire ha roto todos los records
y “no tiene precedentes en la historia” como dice el “Xingjingbao” o “Noticias
de Beijing”.
 |
Portada del "Noticias de Beijing" de hoy, domingo, anunciado que el nivel de PM 2.5 alcanzó la cifra de 900 |
La prensa indica que el sábado el nivel de PM 2,5 (la
densidad de las partículas finas más peligrosas para la salud) alcanzó el nivel
900, cuando el máximo de la tabla es 500, lo cual puede causar graves problemas
en el aparato respiratorio, enfermedades coronarias, o un incremento en la tasa
de mortalidad por cáncer de pulmón, lo cual lo convierten en un “grave asesino
oculto” para la salud de la población.
El problema está afectando a amplias zonas de China, pero
Beijing es una de las más castigadas. Los hospitales estás desbordados y entre
las medidas del gobierno municipal, se incluye un llamamiento a la población
para no salir a la calle, o hacerlo con mascarillas, suspender durante tres
días las actividades al aire libre de las escuelas (entre ellas la educación
física), reducir en un tercio el uso de automóviles oficiales, limitar la
apertura de ventanas para la ventilación de las casas y hacerlo sólo entre las
10:00 de la mañana y las tres de la tarde. El Aeropuerto del sur de Beijing fue
cerrado el sábado por la tarde, y cientos de vuelos están siendo afectados en
el Aeropuerto La Capital de Beijing y en otros del país, al tiempo que se han
cerrado seis autopistas que unen la capital china con otras partes del país.
Entre los espectaculares cambios que ha experimentado China
en general y su capital en particular, y en comparación con el Beijing que
pudimos ver en los años 70, uno de los más negativos es precisamente éste de la
contaminación. Si a ello le sumamos la falta de árboles y espacios abiertos
verdes –mucho de los cuales fueron desapareciendo bajo “la piqueta fatal del
progreso”-, y los permanentes atascos y problemas de tráfico, la verdad es que
la capital china se ha convertido en una ciudad cada vez más inhabitable y
agresiva.
Los extranjeros que vivíamos en Beijing en los años 70 nos
quejábamos en invierno de que no se podía colgar a secar ropa blanca, o no se
podían usar camisas blancas, ya que al poco tiempo se volvían negras por la
contaminación del carbón de las calderas que suministraban agua caliente y
calefacción a la ciudad.
Ahora, el carbón ha sido sustituido por gas natural como
fuente de energía, pero la industrialización, el espectacular incremento del
parque automotriz y la desaparición de espacios verdes hacen que recordemos con
nostalgia aquél Beijing de los años 70 u 80 donde no habían los rascacielos que
ahora cubren la ciudad aunque desde cuyas ventanas poco se pueda apreciar en
los cada vez mayor número de días en que la ciudad permanece envuelta en medio
de la niebla contaminante.