En este año que acaba de comenzar, en concreto el 7 de julio, se cumplirá medio siglo de mi llegada a Beijing junto con mis padres y mi hermana Laura.
La República Popular China cumplió hace poco 75 años, y por
ello, a partir del mes de julio podré decir que he sido testigo directo de los
acontecimientos y el desarrollo del país durante prácticamente las dos terceras
partes de su historia.
Llegamos en 1975 a una China donde aún vivía, y tenía una
activa vida diplomática, el Presidente Mao, aparte del Primer Ministro Zhou
Enlai, y el Presidente de la APN, Zhu De, los tres pilares entonces del Partido
Comunista, el gobierno y el ejército.
El autor en febrero de 1976 en Nanjing |
Fue, también, la última etapa de lo que luego se llamó oficialmente “los diez años del caos” (1966-1976), o lo que es lo mismo la Gran Revolución Cultural Proletaria.
Entre tantas vivencias, y al poco tiempo de llegar, pudimos
vivir lo que para mí fueron los 10 meses más convulsos en la historia de la
República Popular. Todo comenzó un 8 de enero de 1976 con el fallecimiento del
primer ministro Zhou Enlai, siguió en abril con los incidentes de la plaza de
Tian’anmen que llevaron a una nueva caída y campaña de crítica contra Deng
Xiaoping, la muerte de Zhu De en julio, y la desaparición física, el 9 de
septiembre, de Mao Zedong.
En medio de todo esto, el 28 de julio de madrugada, fuimos
sacudidos en Beijing por el terremoto de Tangshan, a poco más de cien
kilómetros de la capital, considerado por el número de víctimas mortales, como
el más grave del mundo moderno.
Tras la muerte del Presidente Mao, y con el país al mando,
por lo menos de forma simbólica, del llamado “sabio líder” Hua Guofeng, en
octubre es encarcelada la llamada “Banda de los 4” -el núcleo considerado como
más radical en la cúpula del partido, integrado por la viuda de Mao Zedong,
Jiang Qing.
Ahí, en ese mes de octubre de 1976, es cuando la “historia
oficial” da por terminado el período de “los diez años del caos”.
Todo esto, y lo que vivimos -lo que viví- después puede ser
encontrado en los libros de historia o en páginas de Internet, y no creo que
esté contando algo que los seguidores de la actualidad china no sepan (aunque
obviamente las interpretaciones pueden ser diferentes).
De lo que me siento un privilegiado, es de haber sido testigo directo de ese período, de la transición hasta diciembre de 1978, y de todo lo que vino después cuando se aprueban las políticas de reformas económicas y apertura al exterior.
De cómo era la sociedad en todos sus aspectos, de cómo vivía
la gente, de lo que se hablaba y discutía, de las polémicas que existían, de
los cambios que tenían lugar y de cómo el país se fue transformando de forma
paulatina.
Eso es algo que no se encuentra, generalmente, en los libros
de historia.
El desarrollo económico, y más particularmente social, y los
cambios que ha experimentado China en este último medio siglo de vida han sido
espectaculares, algo que es reconocido, me atrevería a decir que de forma unánime,
en el mundo entero.
Podría exponer aquí una cantidad casi infinita de cifras
para demostrar esos cambios, pero esas pueden ser encontradas fácilmente
incluso tomando como referencia sólo datos de organismos
internacionales. Las cifras, las estadísticas son importantes, pero a su vez
son “frías” y creo que no es lo mismo “conocer” el desarrollo de un país a
través de la evolución de sus estadísticas, que el haber vivido en primera
persona esos cambios, hasta en los más, en teoría insignificantes, aspectos de
la vida de su población.
En estos 50 años relacionado con China, estudié dos años el idioma y luego cursé la carrera de informática, en chino, en la universidad de
Qinghua (o Tsinghua como es más conocida en la actualidad) y toda mi vida
profesional ha estado relacionada con el país asiático.
En mi época estudiantil, estuve trabajando en fábricas y
Comunas Populares, y en dos ocasiones participé en manifestaciones en la plaza
de Tian’anmen. Una vida profesional multifacética me permitió ver el país desde
muy diversos ángulos, y acumular ricas anécdotas y experiencias. Ha sido y
sigue siendo un camino de aprendizaje y “descubrimientos” constantes.
Si hay algo que tengo cada vez más claro es que a medida que
han ido pasando los años, más me he dado cuenta de lo difícil que es hablar de
China o de “los chinos”. No hay un solo día que no aprenda algo nuevo o que no me
dé cuenta de mi ignorancia sobre muchos aspectos de una civilización con cinco
mil años de historia.
Relatar todo lo que viví, todo aquello de lo cual fui
testigo, daría para escribir más de un libro, que no sé si alguna vez lo haré, y
en ese caso, si encontraré a quien lo quiera publicar.
En todo caso, cuando se acercan mis “bodas de oro” con China
me gustaría hacer algunas reflexiones y compartirlas con mis seguidores.
En primer lugar, me gustaría recordar que desde 1976, cuando
fallece el presidente Mao, hasta el día de hoy, no he dejado de escuchar y
leer, en parte de occidente, los pronósticos más pesimistas sobre el futuro de
un país que, a pesar de las dificultades y problemas -internos y externos- que
ha tenido y tiene que enfrentar, sigue avanzando.
Lamentablemente no tengo tiempo ni energías para recopilar
las previsiones más catastrofistas que se hicieron, por ejemplo, cuando
falleció el Presidente Mao, durante los primeros años de la reforma, cuando los
incidentes de la plaza de Tian’anmen en 1989, cuando se desintegró la URSS,
durante la crisis financiera asiática de 1997, la epidemia del SARS en
el 2003, o, más recientemente, la de la Covid, entre tantos otros
acontecimientos. Quizás algún día lo haga.
He oído y leído pronósticos de guerra civil, desintegración
del país o bancarrota de su sistema bancario, entre tantas otras desgracias.
Pero he visto cómo a pesar de las dificultades que ha tenido
y tiene que hacer frente el país, siempre ha salido adelante. Como indicó el
Presidente Xi Jinping en su mensaje a la nación el pasado 31 de diciembre
-donde no ocultó los problemas a los que tiene que hacer frente China- “我们从来都是在风雨洗礼中成长、在历经考验中壮大.” (En medio de las tormentas es cuando siempre hemos crecido; superando todo tipo de pruebas es cuando nos hemos hecho fuertes)
También me gustaría mencionar -ahora que resulta tan “fácil”
y “cómodo” ser amigo de China- que allá por los años 60 o 70, los que
intentaron acercarse o interesarse por el país, tuvieron (tuvimos) que hacer
frente a todo tipo de persecuciones (atentados terroristas, prisión, el exilio
o hasta la muerte). Eso está bien reflejado en muchas crónicas de autores
chinos sobre cómo fueron los primeros contactos entre la recién establecida
República Popular y los países de América Latina.
Paradójicamente, ahora que China tiene relaciones
diplomáticas y de amistad con casi todo el mundo; ahora que, gracias a los tremendos
avances en la tecnología, es muy fácil tener información de todo tipo sobre el
país, me encuentro con dos fenómenos que me llaman la atención.
En primer lugar, y por lo menos en nuestros países de habla
hispana, no es nada fácil en la actualidad encontrar libros y publicaciones de la República
Popular China. En los años 60 y 70, cuando la mayor parte de los países
latinoamericanos no tenían relaciones diplomáticas con China, sí había un grupo
de librerías como “Nativa Libros” en Uruguay, “Viento del Este” en Venezuela, y
otras en países como Chile o Argentina, sólo por poner algunos ejemplos, donde las
personas interesadas en China podían encontrar publicaciones sobre política,
economía, historia, cultura, literatura, acupuntura y un largo etcétera.
En China se están publicando en español cada vez más libros
interesantes que, lamentablemente, no se consiguen fácilmente, según mi
experiencia, si uno no vive allí.
En segundo lugar, y también paradójicamente, es una pena que,
a pesar de la facilidad con la cual en el mundo actual se puede tener acceso a información
de todo tipo, es bastante frecuente escuchar o leer errores sobre temas de
China que no se cometían en los años 60 o 70.
En esos años sin Internet, por ejemplo, a nadie se le ocurría
llamar Tse-tung al Presidente Mao Tse-tung (como se escribía entonces). Ahora no
es raro encontrar referencias a “Jinping” o “Xi Jing Pin” incluso en páginas
web, en teoría, “especializadas” en China y que dicen promover el
acercamiento y conocimiento del país asiático.
Tampoco se entiende, o para mí es difícil de entender, cómo
se sigue confundiendo a China con Japón, y cómo, también en páginas
especializadas se ponen fotos típicas de Japón, o incluso en japonés, para
referirse a China.
También leo y escucho -siempre en nuestro mundo de habla hispana- datos incorrectos sobre el país. Una cosa
es pensar y/u opinar de forma diferente, lo cual -por lo menos para mí- es
comprensible y respetable, y otra distinta es cometer errores al hablar de
hechos objetivos (fechas, nombres, acontecimientos históricos, etc.)
Quizás parte de esto se deba a la “facilidad” que existe
para autoproclamarse “experto” en China o “sinólogo”, y -como dice el refrán- “en
el país de los ciegos….” Tal vez no debería preocuparme o enfadarme por ello, pero
mi cerebro (con un “disco duro” más lleno de cosas chinas que de Uruguay o
España) no puede quedarse impasible cada vez que veo cosas de ese tipo.
En todo caso, y como decía un periodista uruguayo, “así está
el mundo, amigos”.
Por mi parte, además de ese hito del 7 de julio, este año me
jubilaré a principios del mes de septiembre. Reconozco que, después de medio
siglo de contacto permanente con China, me va a ser muy difícil comenzar una
nueva etapa donde ya no pueda viajar al país con tanta frecuencia, ni pueda
integrarme en algunas de las diversas plataformas que en el mundo de habla
hispana existen sobre China.
Pero no pienso pasar mi vida de jubilado dando de comer a las palomas en una plaza. Por lo menos aún tengo estas "Reflexiones Orientales" y podré dedicar más tiempo a leer y a escribir sobre diferentes aspectos de China.
En todo caso, sí quería compartir con ustedes, los seguidores de estas reflexiones, la efeméride de mis “bodas de oro” con China, lo cual hace que para mí 2025 sea un año muy especial.
Como siempre, agradezco a quienes leen estas Reflexiones, y estoy abierto a todo tipo de comentarios y/o críticas.
Aprovecho finalmente para desearles lo mejor en este año que acaba de comenzar.
Pablo Rovetta
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