19 junio, 2013

Extranjerismos en el idioma chino; “chinismos” en el español

La prestigiosa publicación “The Economist”, en uno de sus blogs –“Johnson”, dedicado al lenguaje- se preguntaba  hace una semanas por qué, después de más de 35 años de crecimiento y fortalecimiento “astronómico” de China, casi ninguna palabra de su idioma había sido adoptada por el inglés. Me permito recomendar su lectura, a todos aquellos interesados en la lengua más hablada del mundo.(La entrada del blog puede ser consultada en el siguiente link): Blog Johnson – The Economist 
Es un tema para reflexionar. Nosotros nos podríamos preguntar: ¿cuántas palabras chinas han sido “adoptadas” en el español? , ¿cuántas palabras extranjeras encontramos en el idioma chino?
Analizando el caso del inglés, el artículo de la revista británica indicaba que quizás algunas de las muy pocas aportaciones chinas a la lengua de Shakespeare han sido palabras como Kung Fu, Tai Chi, Feng Shui, o más recientemente “guanxi”, aunque francamente creo que sólo las personas muy interesadas y/o relacionadas con China conocen su significado y pueden usar ese vocablo.
Una de las razones de esta falta de palabras chinas en el inglés, analiza el artículo, podría ser el que la apertura y fortalecimiento de China han sido algo “nuevo” y quizás habría que esperar otros veinte años más para encontrar un cambio relevante en la situación.
Para el autor del blog, algo parecido ocurrió con Japón; la influencia y uso de palabras de origen japonés en el inglés comienza sólo después de décadas de desarrollo económico de ese país asiático. Curiosamente, algunas de ellas vienen del chino, como por ejemplo “Tofu”.
La mía no es la opinión de un filólogo o experto en la materia, pero creo, asumiendo el riesgo de equivocarme, que aparte del factor del desarrollo económico, estamos hablando de un fenómeno que se puede aplicar a casi toda Asia, y una de sus causas, aparte de la falta de contactos y conocimiento mutuo entre Occidente y el continente asiático, es también la falta de grandes procesos migratorios  a y desde Asia.
Veamos, por ejemplo, el caso de Corea del Sur, una de las mayores economías del mundo y un país cuyas empresas tienen una fuerte e importante presencia hasta en el último rincón del Planeta, más que China, y me atrevería a decir, más que Japón en la actualidad. Sin embargo, ¿cuántas palabras provenientes del coreano encontramos en Occidente, aparte de los nombres de marcas como Samsung, Daewoo, LG o KIA, por ejemplo?
Con el español tenemos una situación similar al inglés. Hay algunas palabras japonesas muy conocidas, como “tsunami”, por ejemplo;  otras menos en chino y prácticamente ninguna en coreano, vietnamita o muchos de los otros idiomas de la región.
Entre algunas de las palabras provenientes del chino, encontramos por ejemplo, charol, tofu, feng shui, kung fu, ginseng , lichis o tofu. También tenemos otras que no son extranjerismos, pero que tienen que ver con China, como por ejemplo “Maoísmo”, “Confucianismo”, “mandarines” o “Pekinés”.
Más que un motivo económico, considero que se trata más bien de un tema cultural, histórico y sociológico.
Es interesante, a su vez, ver cómo en el idioma chino, a diferencia del japonés, los extranjerismos son también muy pocos. En este caso, aparte de los factores culturales, históricos y sociológicos, existen motivos idiomáticos.
El chino es un idioma que, sin alfabeto, puede asumir con relativa “facilidad” palabras/ideas/conceptos extranjeros y transformarlos a través de sus caracteres o ideogramas a su vocabulario,  a diferencia del español donde  estamos muy influenciados por el inglés, en especial en lo que tiene que ver con palabras relacionadas con la tecnología moderna.
Por ejemplo, un “móvil” o “celular”, es en China un “teléfono de mano (” 手机”), un SMS es un “mensaje corto” (短信), un ordenador  o computadora es un “cerebro electrónico” (电脑), o un avión una “máquina voladora” (飞机).
Los pocos extranjerismos que vemos en el chino, vienen por ejemplo de alimentos  (“chocolate”, “café”) cuyo significado es casi imposible de transformar en una idea;  de aparatos/equipos como “moto”; o de temas culturales como “tango”.
Un caso interesante es el de las siglas. Por ejemplo, el chino siempre ha tenido traducciones “fáciles”  para organismos internacionales (como FMI), o conceptos como Producto Interior Bruto (PIB), Índice General de Precios (IPC), u otros.
En los últimos años, sin embargo, y en el proceso de “extranjerización”/”occidentalización” de  la sociedad china, vemos cada vez con mayor frecuencia el uso de siglas en inglés con IMF (para Fondo Monetario Internacional), GDP (para Producto Interior Bruto), o CPI (Índice de Precios al Consumo).
Mucha gente, en especial aquellos de mediana edad o más veteranos, no entiende ni está de acuerdo con el uso de esas siglas, cuando en el chino siempre han existido palabras para definirlas claramente.
No soy de los que creen que en las próximas décadas el desarrollo de China estimulará el uso de sus vocablos en idiomas como el español. Sí es verdad, que al igual que en caso de Corea del Sur, y en menor medida de Japón, cada vez nos acostumbraremos más a palabras como “Huawei” o “Haier”, marcas chinas de productos con una presencia cada vez más global.
Publicado originalmente en Global Asia

29 mayo, 2013

La revolución tecnológica y su impacto sobre el idioma chino

Ahora que el idioma chino está tan de moda en el mundo, creo que vale la pena reflexionar sobre las grandes ventajas e influencia que la tecnología moderna, en especial la informática, han tenido en los últimos años para la difusión y facilitación de su aprendizaje, tanto dentro como fuera de China.
Si la informática, internet y la telefonía móvil han favorecido a nivel global las comunicaciones, facilitando y acelerando la transmisión de información y conocimientos, en el caso del idioma chino las ventajas han sido y son inmensamente mayores y más profundas en relación con las que están teniendo lugar en el mundo occidental.
La razón es muy sencilla: el idioma chino no tiene un alfabeto y por ello su aprendizaje, en particular su escritura, siempre ha dependido de la memorización. Esta característica además impedía la existencia de máquinas de escribir personales, por lo que hasta no hace muchos años todo tenía que escribirse y corregirse a mano, antes de ser entregado a las imprentas o máquinas de escribir profesionales de las universidades, oficinas y demás centros de trabajo.
Hasta prácticamente los años 90 del siglo XX la no existencia de máquinas de escribir personales en chino, y de medios adecuados de comunicaciones, ralentizaba toda la creación literaria y científica, y dificultaba enormemente su difusión.
Mientras que en los años 70 u 80 no era raro que un estudiante en Occidente tuviese acceso a una máquina de escribir portátil, en mi caso tuve que estudiar durante siete años mis dos carreras en China escribiendo todo a mano.
Las dificultades del idioma chino, en especial de su escritura, fueron consideradas desde principios del siglo XX por algunos intelectuales como una de las causas del atraso y la debilidad del país asiático, y una de las mayores trabas para su modernización. Incluso se llegó a plantear la desaparición de los caracteres.
Entre los años 1910 y 1920, surge un movimiento intelectual que propugna la sustitución del  chino tradicional escrito por una lengua “popular” o “vernácula”  (llamada  “baihua” 白话). El representante más destacado de este movimiento es el escritor Lu Xun, (鲁迅) quien en 1918 publica “El diario de un loco” (狂人日记), considerada como la obra representativa de esa reforma lingüística.
Tras la fundación de la República Popular China en 1949, el nuevo gobierno se enfrentó a la gigantesca tarea de alfabetizar y educar a una población de millones de habitantes, en su mayoría residentes en zonas rurales. A mediados de los años 50 se crea un Comité de “sabios” que sugiere y promueve la simplificación de unos cientos de caracteres, mediante la reducción del número de trazos de los mismos. Solo como un ejemplo veamos el ideograma “país”: en su versión tradicional  國, tiene once trazos, y en su versión simplificada 国 sólo siete.
Esta medida facilitó el aprendizaje, la lectura y escritura del idioma chino, aunque fue criticada por los más “puristas”. De hecho, la escritura simplificada se usa solamente en la llamada parte continental de China, mientas que la escritura tradicional aún se continúa empleando en Hong Kong, Taiwán, Singapur y otras regiones con grandes colonias chinas.
No fue hasta la llegada del fax, a finales de los años 80, que se pudo transmitir y recibir caracteres chinos al mismo tiempo, sin ningún proceso de cambio, entre dos puntos diferentes. El fax fue un salto cualitativo muy importante en las comunicaciones  ya que los sistemas anteriores de transmisión de datos (telegramas o telex) necesitaban de un código de conversión para la transmisión y recepción de cada ideograma.
La verdadera “revolución”, sin embargo, comienza con el gran desarrollo y avance de la informática y más tarde de Internet y la telefonía móvil. Por primera vez en China cualquier persona con conocimientos mínimos y elementales de informática puede empezar a escribir en chino con un teclado “normal”, utilizar cualquiera de los programas y aplicaciones disponibles en otros idiomas, y por lo tanto crear, distribuir, guardar, tener acceso a información, contactar, dialogar, etc., etc.
El éxito fue tan grande que China es actualmente uno de los países del mundo con mayores facilidades técnicas para todo lo relacionado con informática, internet y telefonía móvil.
Estos avances tecnológicos han facilitado de manera destacada el aprendizaje de chino entre los extranjeros, por lo menos en cuanto a escritura se refiere.
Aparte de los innumerables cursos y diccionarios on-line, y de otras herramientas de utilidad,  ahora muchas veces “basta con” reconocer los caracteres, aunque uno nos lo pueda escribir de memoria. Por ejemplo, para escribir Beijing (北京) basta con escribir su nombre en pinyin (la romanización fonética del chino), o simplemente poner las letras “B” y “J” juntas, y aparece por defecto la palabra北京.
El uso o abuso de estos sistemas electrónicos de escritura tienen como aspecto negativo, sin embargo, la pérdida de capacidad para escribir a mano. En todo caso, está claro que los avances tecnológicos y su influencia en el idioma chino, han sido también una de las claves del espectacular desarrollo que está experimentando China.
Publicado originalmente en Global Asia 

09 mayo, 2013

Reflexiones sobre la "fiebre" con el turismo chino

Recientemente se está hablando mucho sobre el turismo chino hacia España, destacándose con razón las nuevas oportunidades de negocio que se pueden generar, más aún en estos momentos de crisis.
Lamentablemente, en muchos de los temas relacionados con China en España, y después de casi tres décadas de experiencia profesional en las relaciones entre ambos países, no puedo ser muy optimista en este caso. Ojalá me equivoque, y espero que no se repita en este sector, como en muchas otras ocasiones, lo que podríamos llamar la “fiebre china”, o sea un gran entusiasmo y expectativas que luego se deshacen como pompas de jabón.
A los pocos días de finalizar en Barcelona un Congreso Internacional sobre el Turismo Asiático llego al Aeropuerto de Madrid y me llevo la gran sorpresa de que desde ahora, para usar los carritos para el equipaje hay que pagar 1 €, pago que se realiza bien con monedas o con tarjeta de crédito.
Detalles “pequeños” como este del Aeropuerto de Madrid-Barajas, y que también se ha comenzado a aplicar en El Prat de Barcelona, son los que pueden tirar abajo o entorpecer las medidas y los discursos de buena voluntad  que se anuncian cada vez que surge una “fiebre china”.
Esas “fiebres” con el mercado chino, acompañadas con frecuencia por verbos como “apostar”, “conquistar”, “descubrir” o “aterrizar”, se van enfriando en el camino precisamente por la falta de atención a esos detalles en teoría “insignificantes”.
Se pretende que los turistas chinos de alto poder adquisitivo viajen a España, consuman y compren productos caros y ya se empieza a hablar de cifras mareantes en cuanto al posible número de turistas que puede venir y el dinero que se pueden dejar en España.
Y sin embargo lo primero que se encuentra ese turista al llegar a Madrid es que tiene que conseguir una moneda de 1 € (vaya usted a saber dónde) o utilizar una tarjeta de crédito que o bien no tiene (cualquier persona con un mínimo conocimiento de China sabe que su población se mueve con grandes cantidades de efectivo cuando sale del país  o tienen tarjetas que no son aceptadas universalmente). Incluso, aunque tuviese esa moneda, la impresión que se va a llevar no creo que sea la más positiva.
Esto, si antes no ha tenido la desagradable experiencia de salir del avión de Air China y encontrarse con efectivos policiales que prácticamente en la puerta del avión se dedican a pedir la documentación de todo aquel que tenga una cara asiática.
SI en estos momentos el turista chino viene a España se debe, en gran medida, a los esfuerzos e iniciativas tomadas por empresas chinas. Esto es así en la aviación, donde Air China es la única línea aérea que une sin escalas las capitales de los dos países (ya van a inaugurar su quinto vuelo semanal); y lo es también en el sector de las Agencias de Viaje chinas establecidas en España y Europa en general y que se encargan de organizar para los turistas de su país programas “a medida” que incluyen alojamiento, comidas, visitas, compras y ocio acorde a los gustos y costumbres chinas.
Es verdad que hay buenas intenciones y mucho trabajo y esfuerzo en España por parte de las administraciones y muchas empresas involucradas en el sector. Sin embargo, mucho de ese esfuerzo puede resultar inútil si no se tienen en cuenta esos detalles en teoría “insignificantes” y si, aparte de una estrategia, no se trabaja a fondo en las tácticas a emplear.
Publicado originalmente en Global Asia

13 febrero, 2013

Reflexionando sobre "Reflexiones Orientales" o el salto a Global Asia



“China-Reflexiones Orientales” acaba de cumplir sus dos meses de vida. El tiempo ha sido muy corto, aunque entremedias hemos tenido dos años nuevos (el “occidental” y el chino). La experiencia ha sido muy fructífera para mí ya que me ha obligado a buscar y revolver en los rincones de la memoria. Quiero agradecer los comentarios, sugerencias, críticas recibidas en el blog, por correo electrónico o personalmente así como a gente desconocida que me ha leído desde mundos alejados de China o del habla hispana, como  Rusia, Ucrania, Alemania o Malasia, por ejemplo.

A pesar del poco tiempo transcurrido el blog ha decidido dar un salto cualitativo, y agradeciendo la invitación que me han hecho desde Global Asia, a partir de mañana jueves mis reflexiones orientales figurarán entre los blogs de tan importante publicación. Para los seguidores de Asia y China en particular, dentro del gran mundo de los hispanoparlantes, creo que no es necesario presentar o alabar a Global Asia, una de las publicaciones más completas, sino la que más, para seguir a través de diversas plataformas –en papel, en Internet, a través de las redes sociales, etc-  las relaciones entre Asia y España/América Latina.

Quisiera destacar, sin embargo, tres motivos particulares para esta “emigración” a Global Asia (aparte de su probada calidad y seriedad):

a.       Es una publicación que abarca prácticamente todos los aspectos relacionados con el mundo asiático y el de habla hispana (política, economía, diplomacia, cultura, deportes y un largo etc.).
b.      Es una publicación bilingüe (español-chino), que permite el acceso a un público chino relacionado con nuestro mundo y que espero me anime a colgar algunas entradas en chino.
c.       Es una publicación con una demostrada vocación e interés por América Latina, aparte por supuesto de España, lo cual como uruguayo, y por lo tanto, latinoamericano, me hace sentir especialmente cómodo.

Será un placer por lo tanto poder seguir reflexionando, a partir de mañana, desde Global Asia (www.globalasia.com) donde, como siempre, quedo abierto a las críticas, comentarios, sugerencias que consideréis oportuno.

11 febrero, 2013

Viajando a China o más de 100 vueltas al mundo

Días atrás, regresando de Beijing a Madrid, me puse a pensar e intenté contar cuántas veces había viajado a China. Después de recordar y contar mucho, llegué a la conclusión de que como mínimo llevaba ya más de 200 viajes de ida y vuelta desde que por primera vez aterricé en el Aeropuerto de la capital del país asiático un 7 de Julio de 1975. 

Si como mínimo, y dependiendo de las rutas, un viaje de ida de España a China son unos 10.000 kilómetros, entonces 200 viajes de ida y vuelta equivaldrían a un total de cuatro millones de kilómetros volados, o el equivalente como mínimo a 100 vueltas al mundo. En realidad han sido mucho más, ya que, como veremos más adelante, durante muchos años los vuelos a China tenían unas rutas mucho más largas que las actuales.

Mi primer vuelo a Beijing fue en un DC-8 de Swissair. Después de casi 20 horas de viaje, partiendo de Zurich y haciendo escalas en Ginebra, Atenas y Bombay, el vuelo SR 316 aterrizó una calurosa y húmeda noche el 7 de julio de 1975, en el Aeropuerto “La Capital” mientras Mao Zedong nos miraba desde su retrato colgado en la terminal de estilo soviético construida en 1958.
 
Swissair acababa de inaugurar sus vuelos a China, que después de Beijing seguían su ruta hasta terminar en Shanghai, siendo la segunda compañía aérea occidental, después de Air France, en volar en los años de Mao, a lo que muchos llamaban entonces la “China roja”.Esto es una muestra más de que, en contra de lo que se dice con frecuencia, China no era, antes del comienzo de las reformas a finales de los 70, un país cerrado a cal y canto.

Después del establecimiento de la República Popular en 1949, durante muchos años Moscú y Hong Kong fueron las principales puertas de entrada al gigante asiático, y en el caso de la capital soviética, el tren Transiberiano fue uno de los más importantes medios de transporte para comunicarse con Beijing. Incluso aún en los años 80 muchos residentes, estudiantes y turistas en general usaban el Transiberiano para, después de una semana de viaje, llegar –vía Moscú- a una capital occidental.

Desde finales de los años 50, sin embargo, y más concretamente en los 60, los entonces dos países socialistas más grandes del planeta entran en una especie de “guerra fría” que dura hasta los años 80 y aunque es verdad que Aeroflot siguió uniendo las capitales de ambos países, no era sin embargo una ruta muy apreciada para los viajeros de Occidente.

Karachi, y en concreto la compañía aérea paquistaní  PIA se convierte entonces en una importante vía de entrada y salida de la República Popular, gracias a las conexiones que la aerolínea tenía con Londres. Pakistán fue durante la década de los 60 y 70, uno de los principales aliados no socialistas de China en el mundo. De hecho, el viaje secreto que Henry Kissinger hizo a China en 1971, se realizó desde Pakistán.

De mis primeros años en Beijing recuerdo aún la numerosa colonia pakistaní, empleados de la PIA y familiares, que entonces vivían en el Hotel de la Amistad, y cómo me llamaban la atención sus vestimentas y en especial el olor de sus comidas picantes.

Terminal del Aeropuerto La Capital de Beijing inaugurada en 1958

 


 
Tras la muerte de Mao y en especial después del comienzo de la política de reformas y apertura al capital extranjero, fue creciendo el número de compañías occidentales que volaban a China, si bien por razones técnicas, comerciales y geopolíticas, hacían un mínimo de dos escalas –que más tarde se redujeron a una- antes de llegar a Beijing. Entonces las escalas más frecuentes eran alguno de los aeropuertos de los Emiratos Árabes, Bombay, Karachi o Hong Kong en el caso de British Airways. Los viajes a Beijing, desde cualquier ciudad española, entonces, tenían un mínimo de tres escalas y tardaban fácilmente más de un día.

En los años 80 algunas líneas del llamado “bloque soviético” como la LOT de Polonia o la Tarom, de Rumanía, también  empezaron a volar a la capital china, y a unir Beijing y algunas ciudades de Europa Occidental vía Varsovia y Bucarest.

La verdadera “revolución” en el campo de los vuelos de Occidente a China tiene lugar sin embargo por razones políticas, a finales de los años 80 y principios de los 90, tras la caída del Muro de Berlín y la paulatina desintegración de la Unión Soviética, que originaron la apertura del espacio aéreo de lo que hasta 1991 aún era la URSS.

Así, por primera vez, las líneas aéreas occidentales pudieron volar a Beijing utilizando una ruta sin escalas que sobrevolaba el territorio de lo que hoy es Rusia y entrando a China a través de Mongolia exterior. Eso significó un cambio radical en las horas de vuelo, costes de combustible y tripulación para las líneas aéreas, y una comodidad impensable hasta entonces para los viajeros al país asiático.

Finnair fue la primera compañía, a finales de los años 80, en unir sin escalas, y en poco más de siete horas, una capital occidental con Beijing. A Finnair le fueron siguiendo paulatinamente otras importantes líneas europeas. Esta “revolución” en la aviación afectó también favorablemente los vuelos entre Occidente y Japón, Corea del Sur o Hong Kong.

En el caso concreto de España, hubo años atrás por lo menos dos intentos fallidos de unir Madrid con Beijing. El primero fue de la China Eastern, que unía las dos capitales con una escala en Bruselas, y el segundo fue de Air Europa con vuelos directos sin escalas. Ambas iniciativas fracasaron y los vuelos fueron cancelados a los pocos años aduciendo falta de rentabilidad.

Actualmente, y desde hace ya unos años, Air China une sin escalas, las capitales de España y China, en un vuelo de unas 12 horas de duración, cinco veces a la semana, y que además también llega a San Pablo.
Desde hace muchos años, en diferentes sectores de la sociedad española se ha insistido en la falta de vuelos directos con China como uno de los obstáculos para unas mejores relaciones bilaterales económicas y comerciales.

Sinceramente discrepo con este punto de vista. Ya a principios de los años 70, y a pesar de las dificultades existentes entonces para volar a Beijing, había empresarios españoles que iban a China y hacían negocios con la República Popular. Sólo por citar un ejemplo, podemos recordar a las empresas fabricantes de acero inoxidable  que viajaban a Beijing para negociar y firmar con Minmetals contratos de exportación de tuberías. Tampoco podemos olvidar a los estudiantes españoles o los primeros grupos de turistas que a mediados de los 70 ya estaban volando a China.

Al llegar la década de los 80, y sin existir aún ninguna ruta directa y sin escalas entre Occidente y el gigante asiático, hubo un importante incremento de empresas españolas, en muchos casos pequeñas y medianas, que pudieron promocionar y vender en China maquinaria de diverso tipo, productos farmacéuticos y químicos, proyectos industriales, e incluso realizar operaciones de inversión.

La falta de vuelos directos no fue un obstáculo entonces para esas empresas españolas, como tampoco lo fue para muchas empresas latinoamericanas que por obvias razones geográficas tenían que acercarse a China después de interminables escalas y cansadores vuelos.

A fecha de hoy, la situación ha cambiado de forma radical, como casi todo lo relacionado con China. El aeropuerto de su capital, inaugurado en 1958 como indicamos con anterioridad, experimentó tres ampliaciones a lo largo de su historia, siendo la última y la más importante la de la Terminal 3 que se inauguró en el 2008 con motivo de los Juegos Olímpicos.

Si en 1978, justo al comienzo de las reformas, el movimiento en el Aeropuerto de Beijing fue de un poco más de un millón de pasajeros, en el 2012 se llegó a los 82 millones, convirtiéndolo en uno de los aeropuertos más ocupados del mundo.

Es más, aparte de Beijing, es cada vez mayor el número de ciudades chinas a las cuales se puede llegar con vuelos directos. En primer lugar está Shanghai –cuyos dos aeropuertos movieron a más de 72 millones de pasajeros en el 2012- pero también tenemos ciudades de “segundo” o “tercer” nivel como Shenyang, Nanjing, Guangzhou, Chengdu o Chongqing con conexiones directas con el exterior.

Mientras preparo mi próximo viaje a China, leo que el Aeropuerto de Beijing está ya saturado, y que el Gobierno central acaba de aprobar la construcción de un nuevo aeropuerto al sur de la capital, que tiene prevista su entrada en funcionamiento a partir del año 2018.
 
No sé si para entonces aún seguiré volando con tanta frecuencia, aunque estoy seguro que me quedan aún algunas “vueltas al mundo” por realizar.

26 enero, 2013

“Zai Jian” Embajador Eugenio Bregolat



No me gustaría dejar de reflejar en estas “Reflexiones Orientales” el término del mandato como Embajador de España en China, con motivo de su jubilación, de Don Eugenio Bregolat Obiols, en mi opinión una de las personas de la Administración española más interesadas y conocedoras de Asia en general y muy particularmente de China.

Tuve el gusto de coincidir con el Embajador Bregolat las tres veces que fue destinado como máximo representante español en China. La primera vez, en los años 80, durante su primera estancia en Beijing, tuve el honor de trabajar con él desde la Oficina Comercial de la Embajada de España, donde entonces yo estaba como Analista de Mercado y Director de Promoción Comercial. 

Recuerdo aún, entre muchas anécdotas, la inauguración – en medio de una gran festividad que incluyó fuegos artificiales y danzas de dragones- en la sureña ciudad de Panyu, de una fábrica de chicles de una empresa española, y muchos otros viajes y encuentros que demostraron, desde un principio, su gran interés y voluntad para ayudar a las empresas españolas que a mediados de los ochenta se iban acercando tímidamente al gigante asiático.

El Embajador Bregolat ha representado a España en China en tres períodos –de 1987 a 1991, entre 1999 y el 2003, y por último desde 2011 hasta el presente-. Ante lo inédito de este fenómeno, él siempre menciona con humor que en la práctica no ha sido embajador tres veces en un mismo país, sino más bien, en tres “países” diferentes. Razón no le falta ya que la China de la actualidad es casi como “otro país” en relación con la de 1987 o de los años de su segundo mandato, finalizando el siglo XX y entrando en el siglo XXI.

Una verdadera vocación de servidor público, y un entusiasta interés en conocer los diversos aspectos de esa realidad tan compleja llamada China, han sido y son algunas de las principales virtudes de Eugenio Bregolat quien además mostró siempre un interés y voluntad de servicio y ayuda hacia toda la colonia española residente o de paso por el país asiático, lo que se vio claramente reflejado, entre otros hechos, en su ayuda para la repatriación de la colonia española en China durante los sucesos de Tiananmen en junio de 1989.

Fruto de ese interés, y de su experiencia directa en momentos muy críticos de la historia reciente de China –como por ejemplo los mencionados sucesos de Tiananmen- han sido su recomendable libro “La segunda revolución china”, así como infinidad de interesantes artículos y trabajos en medios de prensa de habla hispana. Recientemente, además, Eugenio Bregolat ha destacado por la publicación en importantes medios de prensa chinos, de artículos sobre la transición española.

Por suerte, y a pesar de su jubilación, quienes creo que le conocemos un poco, pensamos que su interés por China no decaerá y esperamos poder seguir leyéndole y/o escuchándole, y continuar aprendiendo de su rica experiencia y conocimiento sobre el país que está llamado a ser en el futuro la primera potencia mundial.

Como bien sabe el Embajador, en chino zaijian (再见)  quiere decir literalmente “volver a verse”, y es con ese zaijian y un xiexie  que hoy me despido de Eugenio Bregolat.


El autor con el Embajador Eugenio Bregolat el pasado 17 de enero en Beijing

20 enero, 2013

Esperando el Año Nuevo Chino – tradiciones y modernización



Un año más, el 37º para mí, se acerca el Año Nuevo chino, la fiesta tradicional más importante del país, en varios de sus vecinos asiáticos, así como para las comunidades chinas en todo el mundo.


Después de casi cuatro décadas, y a pesar de los tremendos cambios que ha experimentado la República Popular, hay cosas que siguen igual que antes –los problemas con el transporte o con  los fuegos artificiales de mala calidad, los espectáculos de diálogos cómicos en la televisión y teatros de todo el país- mientras que la modernización ha traído nuevas modas, con “características chinas” como la contratación de falsos novios o novias para pasar estas fiestas.


Este fin de semana la celebración de la “Fiesta del Laba” ha marcado el comienzo oficioso de las celebraciones del Año Nuevo Lunar, que entrará el 10 de febrero según el calendario gregoriano, y que corresponde al “Año de la Serpiente”.


Miles de años atrás, los chinos comenzaron a regirse por un calendario con elementos lunares y solares –aunque se conoce como calendario lunar- que servían principalmente como referencia para las tareas agrícolas y la definición de las estaciones.


Cada año nuevo, según ese calendario, siempre comienza entre finales de enero y mediados de febrero, dependiendo de la luna, y se corresponde –hasta un máximo de doce- con el  nombre de un animal. Ahora aún estamos en el año del Dragón y entraremos en el de la Serpiente- y esos doce animales se van repitiendo de forma continua.


Existe una combinación de dos elementos (los doce animales por un lado y diez nombres celestiales por el otro) para fijar el número del año. Por ejemplo 1911, cuando la revolución republicana que termina con la era imperial, fue el año Xinhai, y por eso dicho movimiento se conoce también como la revolución de Xinhai.

A diferencia de otras civilizaciones y culturas, sin embargo, los chinos no contaban los años según una secuencia correlativa e infinita de números, por lo cual no se puede decir que China ha entrado en el año “X”, o que estamos en el año “Y” del calendario chino, como sí se hace con otros calendarios como el judío o el persa. Lamentablemente, aún se pueden ver en occidente referencias a que China ha entrado o entrará en año cuatro mil y algo de su calendario, cuando los chinos ni han usado ni usan esa referencia para contabilizar el paso del tiempo.


Hasta 1911, cuando cae la última dinastía, la forma más común de contar y definir los años era a través de esa combinación de dos elementos citada anteriormente, y más popular aún, según los años de reinado de una dinastía determinada. (Por ejemplo, el año “X” de la Dinastía Ming). Incluso ahora en Taiwán, aparte del calendario gregoriano, los años también se cuentan por el tiempo transcurrido desde la revolución republicana de 1911. La República Popular China, por su parte, establecida por Mao en 1949, adoptó desde entonces el calendario gregoriano.



Tuve la oportunidad de pasar en Beijing mi primer año nuevo chino en 1976, estando aún Mao vivo. Al igual que la Navidad en Occidente, la tradición “obliga” a un reencuentro de los miembros de una misma familia en esas fechas. Para muchas familias chinas divididas geográficamente en un país tan extenso y entonces con limitaciones a los movimientos internos de su población, esa era la única oportunidad del año para reencontrarse. 


En el campo, las fiestas duraban 15 días, y en las ciudades –donde los centros de enseñanza paralizaban sus actividades- aunque los días festivos eran muy limitados, el movimiento de gente duraba unas dos semanas para aquellos que tenían la suerte y las posibilidades de viajar y reencontrarse con los suyos.

El conseguir un billete de tren o de autobús, así como la aprobación para desplazarse a otro punto del país, se convertía en un verdadero dolor de cabeza y ya entonces –ahora en el 2013 mucho más- tenía lugar en esas fechas uno de los mayores movimientos de transporte de pasajeros del mundo –tanto de ida como de vuelta- .


Las casas, edificios, parques públicos se llenaban de carteles en rojo anunciando la “Fiesta de la Primavera” (春节), las familias se reunían la víspera del año nuevo a disfrutar de programas especiales de televisión, donde destacaban los espacios cómicos y en especial los “Xiangsheng” (diálogos cómicos contados por parejas de actores), y al llegar la medianoche, los petardos ensordecían a los habitantes de las ciudades, y en especial a los del campo.


Era la época del año donde mejor se comía –en muchos casos la única época del año donde se podía comer carne u otros alimentos considerados de lujo- y las cédulas del Partido Comunista así como las autoridades en las fábricas u otras entidades entregaban beneficios materiales a los trabajadores o estudiantes –huevos, aceite, fruta …- así como entradas para el cine, teatro o espectáculos artísticos.


Los dirigentes visitaban “a las masas” y tenían especial atención en tener detalles con los jubilados y los héroes de la revolución o de los movimientos políticos más recientes.


Muchas parejas aprovechaban esa fiesta para casarse, mientras que para muchos matrimonios que estaban separados geográficamente debido a “las necesidades del Partido” esa era la única época del año en la cual podían convivir bajo un mismo techo. Los medios de prensa, y en particular los encargados de la planificación familiar, ponían especial atención en esas fechas a la divulgación de conocimientos sobre métodos anticonceptivos así como a la estricta política de control de la natalidad.


Estos días en Beijing, mientras miro la televisión, escucho la radio, leo la prensa más popular, hablo con la gente y paseo por las calles, veo toda una serie de fenómenos que –a pesar de los tremendos cambios que han tenido lugar en China en las últimas casi cuatro décadas de reformas, de “modernización” y occidentalización del país- parecen ser los mismos de mis primeros años en este país.


El transporte ferroviario sigue siendo una de las claves del año nuevo chino, y las autoridades hablan diariamente de ello, explicando cómo se está organizando ese transporte y cómo se lucha, al igual que 37 años atrás, contra los revendedores de billetes. No debemos olvidar que estamos hablando de por lo menos decenas de millones de personas que en estas fechas se desplazan por todo el país. 


La policía se dedica a confiscar y destruir ante las cámaras de televisión y de la prensa en general, toneladas de petardos y fuegos artificiales confiscados por problemas de calidad o que han sido fabricados de forma ilegal.


Los dirigentes ya están empezando a visitar a los más desfavorecidos, el gobierno ha aprobado la entrega de un subsidio especial para las familias o personas con menos recursos económicos, los teatros anuncian por la radio las diferentes sesiones de espectáculos, y en especial de los diálogos cómicos “Xiangsheng” que tendrán lugar en los próximos días, y la actividad en las tiendas y restaurantes se multiplica al tiempo que poco a poco va disminuyendo la actividad en la administración y empresas del país, y los temas importantes se van dejando para “después del año nuevo”.


La modernización, las reformas y el desarrollo reciente de China, al mismo tiempo, también han cambiado y mejorado algunos de los fenómenos relacionados con el Año Nuevo Lunar. Ahora, por ejemplo, la circulación de los ciudadanos es libre en todo el país y no hay que pedir permiso para salir de una ciudad o desplazarse a un lugar determinado.


Millones de automóviles privados –inexistentes en los años 70- se preparan para recorrer las autopistas chinas –algo también nuevo fruto de la modernización- que durante un período de más de una semana no cobrarán peajes, lo cual producirá seguramente atascos espectaculares. 


Otros, cansados de tanta tradición, aprovecharán esas fechas y estas vacaciones –las más largas del año- para viajar libremente al exterior.


La modernización de China ha originado también cambios importantes en la sociedad del país y, en consecuencia, en la forma de pasar estas fiestas. 


Matrimonios o parejas que se han separado, pero que no quieren decírselo a sus padres, vuelven a juntarse estos días para, guardando las apariencias, visitar a sus mayores. 


Aparte de esto, desde hace unos pocos años, ha surgido un fenómeno nuevo que consiste en que mucha gente soltera, pero en edad de casarse según las tradiciones de sus mayores, llega a acuerdos con amigos o conocidos para que actúen como “novios” o “novias” en las visitas a sus padres que viven en la lejanía, y así dejan contentos y tranquilos a sus mayores y se evitan el tener que soportar la presión familiar por el hecho de seguir solteros a una edad impensable en la China tradicional.


Poco tiempo ha pasado para que este fenómeno, como casi todo lo que ocurre en este país, se comercialice, y hayan aparecido agencias que se dedican a “alquilar” novios o novias “falsos”, en un proceso que ya se puede hacer vía Internet y que el usuario puede manejar como si se tratara de la compra on line de un producto de un supermercado.


Una vez más, y como en muchos aspectos de la vida de China, la tradición y la modernización se combinan y se adaptan a las nuevas circunstancias sociales y políticas del país, creando fenómenos que, como éste de los alquileres de novios, tiene verdaderamente “particularidades chinas”.