Los habitantes de lo que ahora es la República Oriental del Uruguay fueron y son conocidos también como “orientales”. Este oriental aterrizó en China hace ya más de medio siglo atrás y desde entonces está relacionado con ese “otro” Oriente. Esta página pretende reflexionar, contar, compartir pensamientos, historias y experiencias de China, de ayer y del presente.
14 febrero, 2013
13 febrero, 2013
Reflexionando sobre "Reflexiones Orientales" o el salto a Global Asia
“China-Reflexiones Orientales” acaba de cumplir sus dos
meses de vida. El tiempo ha sido muy corto, aunque entremedias hemos tenido dos
años nuevos (el “occidental” y el chino). La experiencia ha sido muy fructífera
para mí ya que me ha obligado a buscar y revolver en los rincones de la
memoria. Quiero agradecer los comentarios, sugerencias, críticas recibidas en
el blog, por correo electrónico o personalmente así como a gente desconocida
que me ha leído desde mundos alejados de China o del habla hispana, como Rusia, Ucrania, Alemania o Malasia, por
ejemplo.
A pesar del poco tiempo transcurrido el blog ha decidido dar
un salto cualitativo, y agradeciendo la invitación que me han hecho desde
Global Asia, a partir de mañana jueves mis reflexiones orientales figurarán
entre los blogs de tan importante publicación. Para los seguidores de Asia y
China en particular, dentro del gran mundo de los hispanoparlantes, creo que no
es necesario presentar o alabar a Global Asia, una de las publicaciones más
completas, sino la que más, para seguir a través de diversas plataformas –en papel,
en Internet, a través de las redes sociales, etc- las relaciones entre Asia y España/América
Latina.
Quisiera destacar, sin embargo, tres motivos particulares para
esta “emigración” a Global Asia (aparte de su probada calidad y seriedad):
a. Es
una publicación que abarca prácticamente todos los aspectos relacionados con el
mundo asiático y el de habla hispana (política, economía, diplomacia, cultura,
deportes y un largo etc.).
b. Es
una publicación bilingüe (español-chino), que permite el acceso a un público
chino relacionado con nuestro mundo y que espero me anime a colgar algunas
entradas en chino.
c. Es
una publicación con una demostrada vocación e interés por América Latina,
aparte por supuesto de España, lo cual como uruguayo, y por lo tanto,
latinoamericano, me hace sentir especialmente cómodo.
Será un placer por lo tanto poder seguir reflexionando, a
partir de mañana, desde Global Asia (www.globalasia.com)
donde, como siempre, quedo abierto a las críticas, comentarios, sugerencias que
consideréis oportuno.
11 febrero, 2013
Viajando a China o más de 100 vueltas al mundo
Días atrás,
regresando de Beijing a Madrid, me puse a pensar e intenté contar cuántas veces
había viajado a China. Después de recordar y contar mucho, llegué a la
conclusión de que como mínimo llevaba ya más de 200 viajes de ida y vuelta desde
que por primera vez aterricé en el Aeropuerto de la capital del país asiático un
7 de Julio de 1975.
Si como
mínimo, y dependiendo de las rutas, un viaje de ida de España a China son unos
10.000 kilómetros, entonces 200 viajes de ida y vuelta equivaldrían a un total
de cuatro millones de kilómetros volados, o el equivalente como mínimo a 100
vueltas al mundo. En realidad han sido mucho más, ya que, como veremos más
adelante, durante muchos años los vuelos a China tenían unas rutas mucho más
largas que las actuales.
Mi primer
vuelo a Beijing fue en un DC-8 de Swissair. Después de casi 20 horas de viaje,
partiendo de Zurich y haciendo escalas en Ginebra, Atenas y Bombay, el vuelo SR
316 aterrizó una calurosa y húmeda noche el 7 de julio de 1975, en el
Aeropuerto “La Capital” mientras Mao Zedong nos miraba desde su retrato colgado
en la terminal de estilo soviético construida en 1958.
Swissair
acababa de inaugurar sus vuelos a China, que después de Beijing seguían su ruta
hasta terminar en Shanghai, siendo la segunda compañía aérea occidental,
después de Air France, en volar en los años de Mao, a lo que muchos llamaban
entonces la “China roja”.Esto es una
muestra más de que, en contra de lo que se dice con frecuencia, China no era,
antes del comienzo de las reformas a finales de los 70, un país cerrado a cal y
canto.
Después del
establecimiento de la República Popular en 1949, durante muchos años Moscú y
Hong Kong fueron las principales puertas de entrada al gigante asiático, y en
el caso de la capital soviética, el tren Transiberiano fue uno de los más
importantes medios de transporte para comunicarse con Beijing. Incluso aún en
los años 80 muchos residentes, estudiantes y turistas en general usaban el
Transiberiano para, después de una semana de viaje, llegar –vía Moscú- a una
capital occidental.
Desde
finales de los años 50, sin embargo, y más concretamente en los 60, los
entonces dos países socialistas más grandes del planeta entran en una especie
de “guerra fría” que dura hasta los años 80 y aunque es verdad que Aeroflot siguió
uniendo las capitales de ambos países, no era sin embargo una ruta muy apreciada para los viajeros de
Occidente.
Karachi, y
en concreto la compañía aérea paquistaní
PIA se convierte entonces en una importante vía de entrada y salida de
la República Popular, gracias a las conexiones que la aerolínea tenía con
Londres. Pakistán fue durante la década de los 60 y 70, uno de los principales
aliados no socialistas de China en el mundo. De hecho, el viaje secreto que
Henry Kissinger hizo a China en 1971, se realizó desde Pakistán.
De mis
primeros años en Beijing recuerdo aún la numerosa colonia pakistaní, empleados
de la PIA y familiares, que entonces vivían en el Hotel de la Amistad, y cómo
me llamaban la atención sus vestimentas y en especial el olor de sus comidas
picantes.
![]() | ||||||
| Terminal del Aeropuerto La Capital de Beijing inaugurada en 1958 |
Tras la
muerte de Mao y en especial después del comienzo de la política de reformas y
apertura al capital extranjero, fue creciendo el número de compañías occidentales
que volaban a China, si bien por razones técnicas, comerciales y geopolíticas,
hacían un mínimo de dos escalas –que más tarde se redujeron a una- antes de
llegar a Beijing. Entonces las escalas más frecuentes eran alguno de los
aeropuertos de los Emiratos Árabes, Bombay, Karachi o Hong Kong en el caso de
British Airways. Los viajes a Beijing, desde cualquier ciudad española,
entonces, tenían un mínimo de tres escalas y tardaban fácilmente más de un día.
En los años
80 algunas líneas del llamado “bloque soviético” como la LOT de Polonia o la
Tarom, de Rumanía, también empezaron a
volar a la capital china, y a unir Beijing y algunas ciudades de Europa
Occidental vía Varsovia y Bucarest.
La verdadera
“revolución” en el campo de los vuelos de Occidente a China tiene lugar sin
embargo por razones políticas, a finales de los años 80 y principios de los 90,
tras la caída del Muro de Berlín y la paulatina desintegración de la Unión
Soviética, que originaron la apertura del espacio aéreo de lo que hasta 1991
aún era la URSS.
Así, por
primera vez, las líneas aéreas occidentales pudieron volar a Beijing utilizando
una ruta sin escalas que sobrevolaba el territorio de lo que hoy es Rusia y entrando
a China a través de Mongolia exterior. Eso significó un cambio radical en las
horas de vuelo, costes de combustible y tripulación para las líneas aéreas, y
una comodidad impensable hasta entonces para los viajeros al país asiático.
Finnair fue
la primera compañía, a finales de los años 80, en unir sin escalas, y en poco
más de siete horas, una capital occidental con Beijing. A Finnair le fueron
siguiendo paulatinamente otras importantes líneas europeas. Esta “revolución”
en la aviación afectó también favorablemente los vuelos entre Occidente y
Japón, Corea del Sur o Hong Kong.
En el caso
concreto de España, hubo años atrás por lo menos dos intentos fallidos de unir
Madrid con Beijing. El primero fue de la China Eastern, que unía las dos
capitales con una escala en Bruselas, y el segundo fue de Air Europa con vuelos
directos sin escalas. Ambas iniciativas fracasaron y los vuelos fueron
cancelados a los pocos años aduciendo falta de rentabilidad.
Actualmente,
y desde hace ya unos años, Air China une sin escalas, las capitales de España y
China, en un vuelo de unas 12 horas de duración, cinco veces a la semana, y que
además también llega a San Pablo.
Desde hace
muchos años, en diferentes sectores de la sociedad española se ha insistido en
la falta de vuelos directos con China como uno de los obstáculos para unas
mejores relaciones bilaterales económicas y comerciales.
Sinceramente
discrepo con este punto de vista. Ya a principios de los años 70, y a pesar de
las dificultades existentes entonces para volar a Beijing, había empresarios
españoles que iban a China y hacían negocios con la República Popular. Sólo por
citar un ejemplo, podemos recordar a las empresas fabricantes de acero
inoxidable que viajaban a Beijing para
negociar y firmar con Minmetals contratos de exportación de tuberías. Tampoco
podemos olvidar a los estudiantes españoles o los primeros grupos de turistas
que a mediados de los 70 ya estaban volando a China.
Al llegar la
década de los 80, y sin existir aún ninguna ruta directa y sin escalas entre
Occidente y el gigante asiático, hubo un importante incremento de empresas españolas,
en muchos casos pequeñas y medianas, que pudieron promocionar y vender en China
maquinaria de diverso tipo, productos farmacéuticos y químicos, proyectos
industriales, e incluso realizar operaciones de inversión.
La falta de
vuelos directos no fue un obstáculo entonces para esas empresas españolas, como
tampoco lo fue para muchas empresas latinoamericanas que por obvias razones
geográficas tenían que acercarse a China después de interminables escalas y
cansadores vuelos.
A fecha de hoy, la situación ha cambiado de forma
radical, como casi todo lo relacionado con China. El aeropuerto de su capital,
inaugurado en 1958 como indicamos con anterioridad, experimentó tres
ampliaciones a lo largo de su historia, siendo la última y la más importante la
de la Terminal 3 que se inauguró en el 2008 con motivo de los Juegos Olímpicos.
Si en 1978, justo al comienzo de las reformas, el
movimiento en el Aeropuerto de Beijing fue de un poco más de un millón de
pasajeros, en el 2012 se llegó a los 82 millones, convirtiéndolo en uno de los
aeropuertos más ocupados del mundo.
Es más, aparte de Beijing, es cada vez mayor el número de
ciudades chinas a las cuales se puede llegar con vuelos directos. En primer
lugar está Shanghai –cuyos dos aeropuertos movieron a más de 72 millones de
pasajeros en el 2012- pero también tenemos ciudades de “segundo” o “tercer”
nivel como Shenyang, Nanjing, Guangzhou, Chengdu o Chongqing con conexiones
directas con el exterior.
Mientras preparo mi próximo viaje a China, leo que el
Aeropuerto de Beijing está ya saturado, y que el Gobierno central acaba de
aprobar la construcción de un nuevo aeropuerto al sur de la capital, que tiene
prevista su entrada en funcionamiento a partir del año 2018.
No sé si
para entonces aún seguiré volando con tanta frecuencia, aunque estoy seguro que
me quedan aún algunas “vueltas al mundo” por realizar.
26 enero, 2013
“Zai Jian” Embajador Eugenio Bregolat
No me
gustaría dejar de reflejar en estas “Reflexiones Orientales” el término del mandato
como Embajador de España en China, con motivo de su jubilación, de Don Eugenio
Bregolat Obiols, en mi opinión una de las personas de la Administración
española más interesadas y conocedoras de Asia en general y muy particularmente
de China.
Tuve el
gusto de coincidir con el Embajador Bregolat las tres veces que fue destinado
como máximo representante español en China. La primera vez, en los años 80, durante
su primera estancia en Beijing, tuve el honor de trabajar con él desde la
Oficina Comercial de la Embajada de España, donde entonces yo estaba como
Analista de Mercado y Director de Promoción Comercial.
Recuerdo
aún, entre muchas anécdotas, la inauguración – en medio de una gran festividad
que incluyó fuegos artificiales y danzas de dragones- en la sureña ciudad de
Panyu, de una fábrica de chicles de una empresa española, y muchos otros viajes
y encuentros que demostraron, desde un principio, su gran interés y voluntad
para ayudar a las empresas españolas que a mediados de los ochenta se iban
acercando tímidamente al gigante asiático.
El Embajador Bregolat ha representado a España
en China en tres períodos –de 1987 a 1991, entre 1999 y el 2003, y por último
desde 2011 hasta el presente-. Ante lo inédito de este fenómeno, él siempre
menciona con humor que en la práctica no ha sido embajador tres veces en un
mismo país, sino más bien, en tres “países” diferentes. Razón no le falta ya
que la China de la actualidad es casi como “otro país” en relación con la de
1987 o de los años de su segundo mandato, finalizando el siglo XX y entrando en
el siglo XXI.
Una
verdadera vocación de servidor público, y un entusiasta interés en conocer los
diversos aspectos de esa realidad tan compleja llamada China, han sido y son
algunas de las principales virtudes de Eugenio Bregolat quien además mostró
siempre un interés y voluntad de servicio y ayuda hacia toda la colonia española
residente o de paso por el país asiático, lo que se vio claramente reflejado,
entre otros hechos, en su ayuda para la repatriación de la colonia española en
China durante los sucesos de Tiananmen en junio de 1989.
Fruto de ese
interés, y de su experiencia directa en momentos muy críticos de la historia
reciente de China –como por ejemplo los mencionados sucesos de Tiananmen- han
sido su recomendable libro “La segunda revolución china”, así como infinidad de
interesantes artículos y trabajos en medios de prensa de habla hispana. Recientemente,
además, Eugenio Bregolat ha destacado por la publicación en importantes medios
de prensa chinos, de artículos sobre la transición española.
Por suerte,
y a pesar de su jubilación, quienes creo que le conocemos un poco, pensamos que
su interés por China no decaerá y esperamos poder seguir leyéndole y/o
escuchándole, y continuar aprendiendo de su rica experiencia y conocimiento
sobre el país que está llamado a ser en el futuro la primera potencia mundial.
Como bien
sabe el Embajador, en chino zaijian (再见) quiere decir literalmente “volver a
verse”, y es con ese zaijian y un xiexie que hoy me despido de Eugenio Bregolat.
![]() |
| El autor con el Embajador Eugenio Bregolat el pasado 17 de enero en Beijing |
20 enero, 2013
Esperando el Año Nuevo Chino – tradiciones y modernización
Un año más, el 37º para mí, se acerca el Año Nuevo chino, la
fiesta tradicional más importante del país, en varios de sus vecinos asiáticos,
así como para las comunidades chinas en todo el mundo.
Después de casi cuatro décadas, y a pesar de los tremendos
cambios que ha experimentado la República Popular, hay cosas que siguen igual
que antes –los problemas con el transporte o con los fuegos artificiales de mala calidad, los
espectáculos de diálogos cómicos en la televisión y teatros de todo el país-
mientras que la modernización ha traído nuevas modas, con “características
chinas” como la contratación de falsos novios o novias para pasar estas
fiestas.
Este fin de semana la celebración de la “Fiesta del Laba” ha
marcado el comienzo oficioso de las celebraciones del Año Nuevo Lunar, que
entrará el 10 de febrero según el calendario gregoriano, y que corresponde al
“Año de la Serpiente”.
Miles de años atrás, los chinos comenzaron a regirse por un
calendario con elementos lunares y solares –aunque se conoce como calendario
lunar- que servían principalmente como referencia para las tareas agrícolas y
la definición de las estaciones.
Cada año nuevo, según ese calendario, siempre comienza entre
finales de enero y mediados de febrero, dependiendo de la luna, y se
corresponde –hasta un máximo de doce- con el
nombre de un animal. Ahora aún estamos en el año del Dragón y entraremos
en el de la Serpiente- y esos doce animales se van repitiendo de forma continua.
Existe una combinación de dos elementos (los doce animales
por un lado y diez nombres celestiales por el otro) para fijar el número del
año. Por ejemplo 1911, cuando la revolución republicana que termina con la era
imperial, fue el año Xinhai, y por eso dicho movimiento se conoce también como
la revolución de Xinhai.
A diferencia de otras civilizaciones y culturas, sin
embargo, los chinos no contaban los años según una secuencia correlativa e
infinita de números, por lo cual no se puede decir que China ha entrado en el
año “X”, o que estamos en el año “Y” del calendario chino, como sí se hace con
otros calendarios como el judío o el persa. Lamentablemente, aún se pueden ver
en occidente referencias a que China ha entrado o entrará en año cuatro mil y
algo de su calendario, cuando los chinos ni han usado ni usan esa referencia
para contabilizar el paso del tiempo.
Hasta 1911, cuando cae la última dinastía, la forma más
común de contar y definir los años era a través de esa combinación de dos
elementos citada anteriormente, y más popular aún, según los años de reinado de
una dinastía determinada. (Por ejemplo, el año “X” de la Dinastía Ming).
Incluso ahora en Taiwán, aparte del calendario gregoriano, los años también se
cuentan por el tiempo transcurrido desde la revolución republicana de 1911. La
República Popular China, por su parte, establecida por Mao en 1949, adoptó desde
entonces el calendario gregoriano.
Tuve la oportunidad de pasar en Beijing mi primer año nuevo
chino en 1976, estando aún Mao vivo. Al igual que la Navidad en Occidente, la
tradición “obliga” a un reencuentro de los miembros de una misma familia en
esas fechas. Para muchas familias chinas divididas geográficamente en un país
tan extenso y entonces con limitaciones a los movimientos internos de su
población, esa era la única oportunidad del año para reencontrarse.
En el campo, las fiestas duraban 15 días, y en las ciudades
–donde los centros de enseñanza paralizaban sus actividades- aunque los días
festivos eran muy limitados, el movimiento de gente duraba unas dos semanas
para aquellos que tenían la suerte y las posibilidades de viajar y reencontrarse
con los suyos.
El conseguir un billete de tren o de autobús, así como la
aprobación para desplazarse a otro punto del país, se convertía en un verdadero
dolor de cabeza y ya entonces –ahora en el 2013 mucho más- tenía lugar en esas
fechas uno de los mayores movimientos de transporte de pasajeros del mundo
–tanto de ida como de vuelta- .
Las casas, edificios, parques públicos se llenaban de carteles
en rojo anunciando la “Fiesta de la Primavera” (春节), las
familias se reunían la víspera del año nuevo a disfrutar de programas
especiales de televisión, donde destacaban los espacios cómicos y en especial
los “Xiangsheng” (diálogos cómicos contados por parejas de actores), y al
llegar la medianoche, los petardos ensordecían a los habitantes de las
ciudades, y en especial a los del campo.
Era la época del año donde mejor se comía –en muchos casos
la única época del año donde se podía comer carne u otros alimentos
considerados de lujo- y las cédulas del Partido Comunista así como las
autoridades en las fábricas u otras entidades entregaban beneficios materiales
a los trabajadores o estudiantes –huevos, aceite, fruta …- así como entradas
para el cine, teatro o espectáculos artísticos.
Los dirigentes visitaban “a las masas” y tenían especial
atención en tener detalles con los jubilados y los héroes de la revolución o de
los movimientos políticos más recientes.
Muchas parejas aprovechaban esa fiesta para casarse,
mientras que para muchos matrimonios que estaban separados geográficamente
debido a “las necesidades del Partido” esa era la única época del año en la
cual podían convivir bajo un mismo techo. Los medios de prensa, y en particular
los encargados de la planificación familiar, ponían especial atención en esas
fechas a la divulgación de conocimientos sobre métodos anticonceptivos así como
a la estricta política de control de la natalidad.
Estos días en Beijing, mientras miro la televisión, escucho
la radio, leo la prensa más popular, hablo con la gente y paseo por las calles,
veo toda una serie de fenómenos que –a pesar de los tremendos cambios que han
tenido lugar en China en las últimas casi cuatro décadas de reformas, de “modernización”
y occidentalización del país- parecen ser los mismos de mis primeros años en
este país.
El transporte ferroviario sigue siendo una de las claves del
año nuevo chino, y las autoridades hablan diariamente de ello, explicando cómo
se está organizando ese transporte y cómo se lucha, al igual que 37 años atrás,
contra los revendedores de billetes. No debemos olvidar que estamos hablando de
por lo menos decenas de millones de personas que en estas fechas se desplazan
por todo el país.
La policía se dedica a confiscar y destruir ante las cámaras
de televisión y de la prensa en general, toneladas de petardos y fuegos
artificiales confiscados por problemas de calidad o que han sido fabricados de
forma ilegal.
Los dirigentes ya están empezando a visitar a los más
desfavorecidos, el gobierno ha aprobado la entrega de un subsidio especial para
las familias o personas con menos recursos económicos, los teatros anuncian por
la radio las diferentes sesiones de espectáculos, y en especial de los diálogos
cómicos “Xiangsheng” que tendrán lugar en los próximos días, y la actividad en
las tiendas y restaurantes se multiplica al tiempo que poco a poco va
disminuyendo la actividad en la administración y empresas del país, y los temas
importantes se van dejando para “después del año nuevo”.
La modernización, las reformas y el desarrollo reciente de
China, al mismo tiempo, también han cambiado y mejorado algunos de los
fenómenos relacionados con el Año Nuevo Lunar. Ahora, por ejemplo, la
circulación de los ciudadanos es libre en todo el país y no hay que pedir
permiso para salir de una ciudad o desplazarse a un lugar determinado.
Millones de automóviles privados –inexistentes en los años
70- se preparan para recorrer las autopistas chinas –algo también nuevo fruto
de la modernización- que durante un período de más de una semana no cobrarán
peajes, lo cual producirá seguramente atascos espectaculares.
Otros, cansados de tanta tradición, aprovecharán esas fechas
y estas vacaciones –las más largas del año- para viajar libremente al exterior.
La modernización de China ha originado también cambios
importantes en la sociedad del país y, en consecuencia, en la forma de pasar
estas fiestas.
Matrimonios o parejas que se han separado, pero que no
quieren decírselo a sus padres, vuelven a juntarse estos días para, guardando
las apariencias, visitar a sus mayores.
Aparte de esto, desde hace unos pocos años, ha surgido un
fenómeno nuevo que consiste en que mucha gente soltera, pero en edad de casarse
según las tradiciones de sus mayores, llega a acuerdos con amigos o conocidos
para que actúen como “novios” o “novias” en las visitas a sus padres que viven
en la lejanía, y así dejan contentos y tranquilos a sus mayores y se evitan el
tener que soportar la presión familiar por el hecho de seguir solteros a una
edad impensable en la China tradicional.
Poco tiempo ha pasado para que este fenómeno, como casi todo
lo que ocurre en este país, se comercialice, y hayan aparecido agencias que se
dedican a “alquilar” novios o novias “falsos”, en un proceso que ya se puede hacer
vía Internet y que el usuario puede manejar como si se tratara de la compra on
line de un producto de un supermercado.
Una vez más, y como en muchos aspectos de la vida de China,
la tradición y la modernización se combinan y se adaptan a las nuevas circunstancias
sociales y políticas del país, creando fenómenos que, como éste de los alquileres
de novios, tiene verdaderamente “particularidades chinas”.
13 enero, 2013
Perdido en medio de la nube de contaminación que cubre Beijing.
Llevo cuatro días en Beijing y desde la ventana de mi
habitación no soy capaz de ver más allá de los edificios de enfrente. Desayuno
viendo la televisión local y leyendo la prensa capitalina que indica en
titulares a toda página que la contaminación del aire ha roto todos los records
y “no tiene precedentes en la historia” como dice el “Xingjingbao” o “Noticias
de Beijing”.
![]() |
| Portada del "Noticias de Beijing" de hoy, domingo, anunciado que el nivel de PM 2.5 alcanzó la cifra de 900 |
La prensa indica que el sábado el nivel de PM 2,5 (la
densidad de las partículas finas más peligrosas para la salud) alcanzó el nivel
900, cuando el máximo de la tabla es 500, lo cual puede causar graves problemas
en el aparato respiratorio, enfermedades coronarias, o un incremento en la tasa
de mortalidad por cáncer de pulmón, lo cual lo convierten en un “grave asesino
oculto” para la salud de la población.
El problema está afectando a amplias zonas de China, pero
Beijing es una de las más castigadas. Los hospitales estás desbordados y entre
las medidas del gobierno municipal, se incluye un llamamiento a la población
para no salir a la calle, o hacerlo con mascarillas, suspender durante tres
días las actividades al aire libre de las escuelas (entre ellas la educación
física), reducir en un tercio el uso de automóviles oficiales, limitar la
apertura de ventanas para la ventilación de las casas y hacerlo sólo entre las
10:00 de la mañana y las tres de la tarde. El Aeropuerto del sur de Beijing fue
cerrado el sábado por la tarde, y cientos de vuelos están siendo afectados en
el Aeropuerto La Capital de Beijing y en otros del país, al tiempo que se han
cerrado seis autopistas que unen la capital china con otras partes del país.
Entre los espectaculares cambios que ha experimentado China
en general y su capital en particular, y en comparación con el Beijing que
pudimos ver en los años 70, uno de los más negativos es precisamente éste de la
contaminación. Si a ello le sumamos la falta de árboles y espacios abiertos
verdes –mucho de los cuales fueron desapareciendo bajo “la piqueta fatal del
progreso”-, y los permanentes atascos y problemas de tráfico, la verdad es que
la capital china se ha convertido en una ciudad cada vez más inhabitable y
agresiva.
Los extranjeros que vivíamos en Beijing en los años 70 nos
quejábamos en invierno de que no se podía colgar a secar ropa blanca, o no se
podían usar camisas blancas, ya que al poco tiempo se volvían negras por la
contaminación del carbón de las calderas que suministraban agua caliente y
calefacción a la ciudad.
Ahora, el carbón ha sido sustituido por gas natural como
fuente de energía, pero la industrialización, el espectacular incremento del
parque automotriz y la desaparición de espacios verdes hacen que recordemos con
nostalgia aquél Beijing de los años 70 u 80 donde no habían los rascacielos que
ahora cubren la ciudad aunque desde cuyas ventanas poco se pueda apreciar en
los cada vez mayor número de días en que la ciudad permanece envuelta en medio
de la niebla contaminante.
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