13 febrero, 2013

Reflexionando sobre "Reflexiones Orientales" o el salto a Global Asia



“China-Reflexiones Orientales” acaba de cumplir sus dos meses de vida. El tiempo ha sido muy corto, aunque entremedias hemos tenido dos años nuevos (el “occidental” y el chino). La experiencia ha sido muy fructífera para mí ya que me ha obligado a buscar y revolver en los rincones de la memoria. Quiero agradecer los comentarios, sugerencias, críticas recibidas en el blog, por correo electrónico o personalmente así como a gente desconocida que me ha leído desde mundos alejados de China o del habla hispana, como  Rusia, Ucrania, Alemania o Malasia, por ejemplo.

A pesar del poco tiempo transcurrido el blog ha decidido dar un salto cualitativo, y agradeciendo la invitación que me han hecho desde Global Asia, a partir de mañana jueves mis reflexiones orientales figurarán entre los blogs de tan importante publicación. Para los seguidores de Asia y China en particular, dentro del gran mundo de los hispanoparlantes, creo que no es necesario presentar o alabar a Global Asia, una de las publicaciones más completas, sino la que más, para seguir a través de diversas plataformas –en papel, en Internet, a través de las redes sociales, etc-  las relaciones entre Asia y España/América Latina.

Quisiera destacar, sin embargo, tres motivos particulares para esta “emigración” a Global Asia (aparte de su probada calidad y seriedad):

a.       Es una publicación que abarca prácticamente todos los aspectos relacionados con el mundo asiático y el de habla hispana (política, economía, diplomacia, cultura, deportes y un largo etc.).
b.      Es una publicación bilingüe (español-chino), que permite el acceso a un público chino relacionado con nuestro mundo y que espero me anime a colgar algunas entradas en chino.
c.       Es una publicación con una demostrada vocación e interés por América Latina, aparte por supuesto de España, lo cual como uruguayo, y por lo tanto, latinoamericano, me hace sentir especialmente cómodo.

Será un placer por lo tanto poder seguir reflexionando, a partir de mañana, desde Global Asia (www.globalasia.com) donde, como siempre, quedo abierto a las críticas, comentarios, sugerencias que consideréis oportuno.

11 febrero, 2013

Viajando a China o más de 100 vueltas al mundo

Días atrás, regresando de Beijing a Madrid, me puse a pensar e intenté contar cuántas veces había viajado a China. Después de recordar y contar mucho, llegué a la conclusión de que como mínimo llevaba ya más de 200 viajes de ida y vuelta desde que por primera vez aterricé en el Aeropuerto de la capital del país asiático un 7 de Julio de 1975. 

Si como mínimo, y dependiendo de las rutas, un viaje de ida de España a China son unos 10.000 kilómetros, entonces 200 viajes de ida y vuelta equivaldrían a un total de cuatro millones de kilómetros volados, o el equivalente como mínimo a 100 vueltas al mundo. En realidad han sido mucho más, ya que, como veremos más adelante, durante muchos años los vuelos a China tenían unas rutas mucho más largas que las actuales.

Mi primer vuelo a Beijing fue en un DC-8 de Swissair. Después de casi 20 horas de viaje, partiendo de Zurich y haciendo escalas en Ginebra, Atenas y Bombay, el vuelo SR 316 aterrizó una calurosa y húmeda noche el 7 de julio de 1975, en el Aeropuerto “La Capital” mientras Mao Zedong nos miraba desde su retrato colgado en la terminal de estilo soviético construida en 1958.
 
Swissair acababa de inaugurar sus vuelos a China, que después de Beijing seguían su ruta hasta terminar en Shanghai, siendo la segunda compañía aérea occidental, después de Air France, en volar en los años de Mao, a lo que muchos llamaban entonces la “China roja”.Esto es una muestra más de que, en contra de lo que se dice con frecuencia, China no era, antes del comienzo de las reformas a finales de los 70, un país cerrado a cal y canto.

Después del establecimiento de la República Popular en 1949, durante muchos años Moscú y Hong Kong fueron las principales puertas de entrada al gigante asiático, y en el caso de la capital soviética, el tren Transiberiano fue uno de los más importantes medios de transporte para comunicarse con Beijing. Incluso aún en los años 80 muchos residentes, estudiantes y turistas en general usaban el Transiberiano para, después de una semana de viaje, llegar –vía Moscú- a una capital occidental.

Desde finales de los años 50, sin embargo, y más concretamente en los 60, los entonces dos países socialistas más grandes del planeta entran en una especie de “guerra fría” que dura hasta los años 80 y aunque es verdad que Aeroflot siguió uniendo las capitales de ambos países, no era sin embargo una ruta muy apreciada para los viajeros de Occidente.

Karachi, y en concreto la compañía aérea paquistaní  PIA se convierte entonces en una importante vía de entrada y salida de la República Popular, gracias a las conexiones que la aerolínea tenía con Londres. Pakistán fue durante la década de los 60 y 70, uno de los principales aliados no socialistas de China en el mundo. De hecho, el viaje secreto que Henry Kissinger hizo a China en 1971, se realizó desde Pakistán.

De mis primeros años en Beijing recuerdo aún la numerosa colonia pakistaní, empleados de la PIA y familiares, que entonces vivían en el Hotel de la Amistad, y cómo me llamaban la atención sus vestimentas y en especial el olor de sus comidas picantes.

Terminal del Aeropuerto La Capital de Beijing inaugurada en 1958

 


 
Tras la muerte de Mao y en especial después del comienzo de la política de reformas y apertura al capital extranjero, fue creciendo el número de compañías occidentales que volaban a China, si bien por razones técnicas, comerciales y geopolíticas, hacían un mínimo de dos escalas –que más tarde se redujeron a una- antes de llegar a Beijing. Entonces las escalas más frecuentes eran alguno de los aeropuertos de los Emiratos Árabes, Bombay, Karachi o Hong Kong en el caso de British Airways. Los viajes a Beijing, desde cualquier ciudad española, entonces, tenían un mínimo de tres escalas y tardaban fácilmente más de un día.

En los años 80 algunas líneas del llamado “bloque soviético” como la LOT de Polonia o la Tarom, de Rumanía, también  empezaron a volar a la capital china, y a unir Beijing y algunas ciudades de Europa Occidental vía Varsovia y Bucarest.

La verdadera “revolución” en el campo de los vuelos de Occidente a China tiene lugar sin embargo por razones políticas, a finales de los años 80 y principios de los 90, tras la caída del Muro de Berlín y la paulatina desintegración de la Unión Soviética, que originaron la apertura del espacio aéreo de lo que hasta 1991 aún era la URSS.

Así, por primera vez, las líneas aéreas occidentales pudieron volar a Beijing utilizando una ruta sin escalas que sobrevolaba el territorio de lo que hoy es Rusia y entrando a China a través de Mongolia exterior. Eso significó un cambio radical en las horas de vuelo, costes de combustible y tripulación para las líneas aéreas, y una comodidad impensable hasta entonces para los viajeros al país asiático.

Finnair fue la primera compañía, a finales de los años 80, en unir sin escalas, y en poco más de siete horas, una capital occidental con Beijing. A Finnair le fueron siguiendo paulatinamente otras importantes líneas europeas. Esta “revolución” en la aviación afectó también favorablemente los vuelos entre Occidente y Japón, Corea del Sur o Hong Kong.

En el caso concreto de España, hubo años atrás por lo menos dos intentos fallidos de unir Madrid con Beijing. El primero fue de la China Eastern, que unía las dos capitales con una escala en Bruselas, y el segundo fue de Air Europa con vuelos directos sin escalas. Ambas iniciativas fracasaron y los vuelos fueron cancelados a los pocos años aduciendo falta de rentabilidad.

Actualmente, y desde hace ya unos años, Air China une sin escalas, las capitales de España y China, en un vuelo de unas 12 horas de duración, cinco veces a la semana, y que además también llega a San Pablo.
Desde hace muchos años, en diferentes sectores de la sociedad española se ha insistido en la falta de vuelos directos con China como uno de los obstáculos para unas mejores relaciones bilaterales económicas y comerciales.

Sinceramente discrepo con este punto de vista. Ya a principios de los años 70, y a pesar de las dificultades existentes entonces para volar a Beijing, había empresarios españoles que iban a China y hacían negocios con la República Popular. Sólo por citar un ejemplo, podemos recordar a las empresas fabricantes de acero inoxidable  que viajaban a Beijing para negociar y firmar con Minmetals contratos de exportación de tuberías. Tampoco podemos olvidar a los estudiantes españoles o los primeros grupos de turistas que a mediados de los 70 ya estaban volando a China.

Al llegar la década de los 80, y sin existir aún ninguna ruta directa y sin escalas entre Occidente y el gigante asiático, hubo un importante incremento de empresas españolas, en muchos casos pequeñas y medianas, que pudieron promocionar y vender en China maquinaria de diverso tipo, productos farmacéuticos y químicos, proyectos industriales, e incluso realizar operaciones de inversión.

La falta de vuelos directos no fue un obstáculo entonces para esas empresas españolas, como tampoco lo fue para muchas empresas latinoamericanas que por obvias razones geográficas tenían que acercarse a China después de interminables escalas y cansadores vuelos.

A fecha de hoy, la situación ha cambiado de forma radical, como casi todo lo relacionado con China. El aeropuerto de su capital, inaugurado en 1958 como indicamos con anterioridad, experimentó tres ampliaciones a lo largo de su historia, siendo la última y la más importante la de la Terminal 3 que se inauguró en el 2008 con motivo de los Juegos Olímpicos.

Si en 1978, justo al comienzo de las reformas, el movimiento en el Aeropuerto de Beijing fue de un poco más de un millón de pasajeros, en el 2012 se llegó a los 82 millones, convirtiéndolo en uno de los aeropuertos más ocupados del mundo.

Es más, aparte de Beijing, es cada vez mayor el número de ciudades chinas a las cuales se puede llegar con vuelos directos. En primer lugar está Shanghai –cuyos dos aeropuertos movieron a más de 72 millones de pasajeros en el 2012- pero también tenemos ciudades de “segundo” o “tercer” nivel como Shenyang, Nanjing, Guangzhou, Chengdu o Chongqing con conexiones directas con el exterior.

Mientras preparo mi próximo viaje a China, leo que el Aeropuerto de Beijing está ya saturado, y que el Gobierno central acaba de aprobar la construcción de un nuevo aeropuerto al sur de la capital, que tiene prevista su entrada en funcionamiento a partir del año 2018.
 
No sé si para entonces aún seguiré volando con tanta frecuencia, aunque estoy seguro que me quedan aún algunas “vueltas al mundo” por realizar.

26 enero, 2013

“Zai Jian” Embajador Eugenio Bregolat



No me gustaría dejar de reflejar en estas “Reflexiones Orientales” el término del mandato como Embajador de España en China, con motivo de su jubilación, de Don Eugenio Bregolat Obiols, en mi opinión una de las personas de la Administración española más interesadas y conocedoras de Asia en general y muy particularmente de China.

Tuve el gusto de coincidir con el Embajador Bregolat las tres veces que fue destinado como máximo representante español en China. La primera vez, en los años 80, durante su primera estancia en Beijing, tuve el honor de trabajar con él desde la Oficina Comercial de la Embajada de España, donde entonces yo estaba como Analista de Mercado y Director de Promoción Comercial. 

Recuerdo aún, entre muchas anécdotas, la inauguración – en medio de una gran festividad que incluyó fuegos artificiales y danzas de dragones- en la sureña ciudad de Panyu, de una fábrica de chicles de una empresa española, y muchos otros viajes y encuentros que demostraron, desde un principio, su gran interés y voluntad para ayudar a las empresas españolas que a mediados de los ochenta se iban acercando tímidamente al gigante asiático.

El Embajador Bregolat ha representado a España en China en tres períodos –de 1987 a 1991, entre 1999 y el 2003, y por último desde 2011 hasta el presente-. Ante lo inédito de este fenómeno, él siempre menciona con humor que en la práctica no ha sido embajador tres veces en un mismo país, sino más bien, en tres “países” diferentes. Razón no le falta ya que la China de la actualidad es casi como “otro país” en relación con la de 1987 o de los años de su segundo mandato, finalizando el siglo XX y entrando en el siglo XXI.

Una verdadera vocación de servidor público, y un entusiasta interés en conocer los diversos aspectos de esa realidad tan compleja llamada China, han sido y son algunas de las principales virtudes de Eugenio Bregolat quien además mostró siempre un interés y voluntad de servicio y ayuda hacia toda la colonia española residente o de paso por el país asiático, lo que se vio claramente reflejado, entre otros hechos, en su ayuda para la repatriación de la colonia española en China durante los sucesos de Tiananmen en junio de 1989.

Fruto de ese interés, y de su experiencia directa en momentos muy críticos de la historia reciente de China –como por ejemplo los mencionados sucesos de Tiananmen- han sido su recomendable libro “La segunda revolución china”, así como infinidad de interesantes artículos y trabajos en medios de prensa de habla hispana. Recientemente, además, Eugenio Bregolat ha destacado por la publicación en importantes medios de prensa chinos, de artículos sobre la transición española.

Por suerte, y a pesar de su jubilación, quienes creo que le conocemos un poco, pensamos que su interés por China no decaerá y esperamos poder seguir leyéndole y/o escuchándole, y continuar aprendiendo de su rica experiencia y conocimiento sobre el país que está llamado a ser en el futuro la primera potencia mundial.

Como bien sabe el Embajador, en chino zaijian (再见)  quiere decir literalmente “volver a verse”, y es con ese zaijian y un xiexie  que hoy me despido de Eugenio Bregolat.


El autor con el Embajador Eugenio Bregolat el pasado 17 de enero en Beijing

20 enero, 2013

Esperando el Año Nuevo Chino – tradiciones y modernización



Un año más, el 37º para mí, se acerca el Año Nuevo chino, la fiesta tradicional más importante del país, en varios de sus vecinos asiáticos, así como para las comunidades chinas en todo el mundo.


Después de casi cuatro décadas, y a pesar de los tremendos cambios que ha experimentado la República Popular, hay cosas que siguen igual que antes –los problemas con el transporte o con  los fuegos artificiales de mala calidad, los espectáculos de diálogos cómicos en la televisión y teatros de todo el país- mientras que la modernización ha traído nuevas modas, con “características chinas” como la contratación de falsos novios o novias para pasar estas fiestas.


Este fin de semana la celebración de la “Fiesta del Laba” ha marcado el comienzo oficioso de las celebraciones del Año Nuevo Lunar, que entrará el 10 de febrero según el calendario gregoriano, y que corresponde al “Año de la Serpiente”.


Miles de años atrás, los chinos comenzaron a regirse por un calendario con elementos lunares y solares –aunque se conoce como calendario lunar- que servían principalmente como referencia para las tareas agrícolas y la definición de las estaciones.


Cada año nuevo, según ese calendario, siempre comienza entre finales de enero y mediados de febrero, dependiendo de la luna, y se corresponde –hasta un máximo de doce- con el  nombre de un animal. Ahora aún estamos en el año del Dragón y entraremos en el de la Serpiente- y esos doce animales se van repitiendo de forma continua.


Existe una combinación de dos elementos (los doce animales por un lado y diez nombres celestiales por el otro) para fijar el número del año. Por ejemplo 1911, cuando la revolución republicana que termina con la era imperial, fue el año Xinhai, y por eso dicho movimiento se conoce también como la revolución de Xinhai.

A diferencia de otras civilizaciones y culturas, sin embargo, los chinos no contaban los años según una secuencia correlativa e infinita de números, por lo cual no se puede decir que China ha entrado en el año “X”, o que estamos en el año “Y” del calendario chino, como sí se hace con otros calendarios como el judío o el persa. Lamentablemente, aún se pueden ver en occidente referencias a que China ha entrado o entrará en año cuatro mil y algo de su calendario, cuando los chinos ni han usado ni usan esa referencia para contabilizar el paso del tiempo.


Hasta 1911, cuando cae la última dinastía, la forma más común de contar y definir los años era a través de esa combinación de dos elementos citada anteriormente, y más popular aún, según los años de reinado de una dinastía determinada. (Por ejemplo, el año “X” de la Dinastía Ming). Incluso ahora en Taiwán, aparte del calendario gregoriano, los años también se cuentan por el tiempo transcurrido desde la revolución republicana de 1911. La República Popular China, por su parte, establecida por Mao en 1949, adoptó desde entonces el calendario gregoriano.



Tuve la oportunidad de pasar en Beijing mi primer año nuevo chino en 1976, estando aún Mao vivo. Al igual que la Navidad en Occidente, la tradición “obliga” a un reencuentro de los miembros de una misma familia en esas fechas. Para muchas familias chinas divididas geográficamente en un país tan extenso y entonces con limitaciones a los movimientos internos de su población, esa era la única oportunidad del año para reencontrarse. 


En el campo, las fiestas duraban 15 días, y en las ciudades –donde los centros de enseñanza paralizaban sus actividades- aunque los días festivos eran muy limitados, el movimiento de gente duraba unas dos semanas para aquellos que tenían la suerte y las posibilidades de viajar y reencontrarse con los suyos.

El conseguir un billete de tren o de autobús, así como la aprobación para desplazarse a otro punto del país, se convertía en un verdadero dolor de cabeza y ya entonces –ahora en el 2013 mucho más- tenía lugar en esas fechas uno de los mayores movimientos de transporte de pasajeros del mundo –tanto de ida como de vuelta- .


Las casas, edificios, parques públicos se llenaban de carteles en rojo anunciando la “Fiesta de la Primavera” (春节), las familias se reunían la víspera del año nuevo a disfrutar de programas especiales de televisión, donde destacaban los espacios cómicos y en especial los “Xiangsheng” (diálogos cómicos contados por parejas de actores), y al llegar la medianoche, los petardos ensordecían a los habitantes de las ciudades, y en especial a los del campo.


Era la época del año donde mejor se comía –en muchos casos la única época del año donde se podía comer carne u otros alimentos considerados de lujo- y las cédulas del Partido Comunista así como las autoridades en las fábricas u otras entidades entregaban beneficios materiales a los trabajadores o estudiantes –huevos, aceite, fruta …- así como entradas para el cine, teatro o espectáculos artísticos.


Los dirigentes visitaban “a las masas” y tenían especial atención en tener detalles con los jubilados y los héroes de la revolución o de los movimientos políticos más recientes.


Muchas parejas aprovechaban esa fiesta para casarse, mientras que para muchos matrimonios que estaban separados geográficamente debido a “las necesidades del Partido” esa era la única época del año en la cual podían convivir bajo un mismo techo. Los medios de prensa, y en particular los encargados de la planificación familiar, ponían especial atención en esas fechas a la divulgación de conocimientos sobre métodos anticonceptivos así como a la estricta política de control de la natalidad.


Estos días en Beijing, mientras miro la televisión, escucho la radio, leo la prensa más popular, hablo con la gente y paseo por las calles, veo toda una serie de fenómenos que –a pesar de los tremendos cambios que han tenido lugar en China en las últimas casi cuatro décadas de reformas, de “modernización” y occidentalización del país- parecen ser los mismos de mis primeros años en este país.


El transporte ferroviario sigue siendo una de las claves del año nuevo chino, y las autoridades hablan diariamente de ello, explicando cómo se está organizando ese transporte y cómo se lucha, al igual que 37 años atrás, contra los revendedores de billetes. No debemos olvidar que estamos hablando de por lo menos decenas de millones de personas que en estas fechas se desplazan por todo el país. 


La policía se dedica a confiscar y destruir ante las cámaras de televisión y de la prensa en general, toneladas de petardos y fuegos artificiales confiscados por problemas de calidad o que han sido fabricados de forma ilegal.


Los dirigentes ya están empezando a visitar a los más desfavorecidos, el gobierno ha aprobado la entrega de un subsidio especial para las familias o personas con menos recursos económicos, los teatros anuncian por la radio las diferentes sesiones de espectáculos, y en especial de los diálogos cómicos “Xiangsheng” que tendrán lugar en los próximos días, y la actividad en las tiendas y restaurantes se multiplica al tiempo que poco a poco va disminuyendo la actividad en la administración y empresas del país, y los temas importantes se van dejando para “después del año nuevo”.


La modernización, las reformas y el desarrollo reciente de China, al mismo tiempo, también han cambiado y mejorado algunos de los fenómenos relacionados con el Año Nuevo Lunar. Ahora, por ejemplo, la circulación de los ciudadanos es libre en todo el país y no hay que pedir permiso para salir de una ciudad o desplazarse a un lugar determinado.


Millones de automóviles privados –inexistentes en los años 70- se preparan para recorrer las autopistas chinas –algo también nuevo fruto de la modernización- que durante un período de más de una semana no cobrarán peajes, lo cual producirá seguramente atascos espectaculares. 


Otros, cansados de tanta tradición, aprovecharán esas fechas y estas vacaciones –las más largas del año- para viajar libremente al exterior.


La modernización de China ha originado también cambios importantes en la sociedad del país y, en consecuencia, en la forma de pasar estas fiestas. 


Matrimonios o parejas que se han separado, pero que no quieren decírselo a sus padres, vuelven a juntarse estos días para, guardando las apariencias, visitar a sus mayores. 


Aparte de esto, desde hace unos pocos años, ha surgido un fenómeno nuevo que consiste en que mucha gente soltera, pero en edad de casarse según las tradiciones de sus mayores, llega a acuerdos con amigos o conocidos para que actúen como “novios” o “novias” en las visitas a sus padres que viven en la lejanía, y así dejan contentos y tranquilos a sus mayores y se evitan el tener que soportar la presión familiar por el hecho de seguir solteros a una edad impensable en la China tradicional.


Poco tiempo ha pasado para que este fenómeno, como casi todo lo que ocurre en este país, se comercialice, y hayan aparecido agencias que se dedican a “alquilar” novios o novias “falsos”, en un proceso que ya se puede hacer vía Internet y que el usuario puede manejar como si se tratara de la compra on line de un producto de un supermercado.


Una vez más, y como en muchos aspectos de la vida de China, la tradición y la modernización se combinan y se adaptan a las nuevas circunstancias sociales y políticas del país, creando fenómenos que, como éste de los alquileres de novios, tiene verdaderamente “particularidades chinas”.

13 enero, 2013

Perdido en medio de la nube de contaminación que cubre Beijing.

Llevo cuatro días en Beijing y desde la ventana de mi habitación no soy capaz de ver más allá de los edificios de enfrente. Desayuno viendo la televisión local y leyendo la prensa capitalina que indica en titulares a toda página que la contaminación del aire ha roto todos los records y “no tiene precedentes en la historia” como dice el “Xingjingbao” o “Noticias de Beijing”.

Portada del "Noticias de Beijing" de hoy, domingo, anunciado que el nivel de PM 2.5 alcanzó la cifra de 900
La prensa indica que el sábado el nivel de PM 2,5 (la densidad de las partículas finas más peligrosas para la salud) alcanzó el nivel 900, cuando el máximo de la tabla es 500, lo cual puede causar graves problemas en el aparato respiratorio, enfermedades coronarias, o un incremento en la tasa de mortalidad por cáncer de pulmón, lo cual lo convierten en un “grave asesino oculto” para la salud de la población.

El problema está afectando a amplias zonas de China, pero Beijing es una de las más castigadas. Los hospitales estás desbordados y entre las medidas del gobierno municipal, se incluye un llamamiento a la población para no salir a la calle, o hacerlo con mascarillas, suspender durante tres días las actividades al aire libre de las escuelas (entre ellas la educación física), reducir en un tercio el uso de automóviles oficiales, limitar la apertura de ventanas para la ventilación de las casas y hacerlo sólo entre las 10:00 de la mañana y las tres de la tarde. El Aeropuerto del sur de Beijing fue cerrado el sábado por la tarde, y cientos de vuelos están siendo afectados en el Aeropuerto La Capital de Beijing y en otros del país, al tiempo que se han cerrado seis autopistas que unen la capital china con otras partes del país.

Entre los espectaculares cambios que ha experimentado China en general y su capital en particular, y en comparación con el Beijing que pudimos ver en los años 70, uno de los más negativos es precisamente éste de la contaminación. Si a ello le sumamos la falta de árboles y espacios abiertos verdes –mucho de los cuales fueron desapareciendo bajo “la piqueta fatal del progreso”-, y los permanentes atascos y problemas de tráfico, la verdad es que la capital china se ha convertido en una ciudad cada vez más inhabitable y agresiva.

Los extranjeros que vivíamos en Beijing en los años 70 nos quejábamos en invierno de que no se podía colgar a secar ropa blanca, o no se podían usar camisas blancas, ya que al poco tiempo se volvían negras por la contaminación del carbón de las calderas que suministraban agua caliente y calefacción a la ciudad.

Ahora, el carbón ha sido sustituido por gas natural como fuente de energía, pero la industrialización, el espectacular incremento del parque automotriz y la desaparición de espacios verdes hacen que recordemos con nostalgia aquél Beijing de los años 70 u 80 donde no habían los rascacielos que ahora cubren la ciudad aunque desde cuyas ventanas poco se pueda apreciar en los cada vez mayor número de días en que la ciudad permanece envuelta en medio de la niebla contaminante.