15 diciembre, 2018

40º Aniversario de las reformas y apertura de China - Reflexiones y recuerdos de un testigo directo Parte II

¿Cómo era Beijing a mediados de los años 70?
¿Cómo vivía la población china antes del comienzo del proceso de reformas y apertura al exterior?

Como indicaba en mi anterior entrada sobre el 40º Aniversario de las reformas y apertura de China, hoy voy a dedicar estas reflexiones a recordar cómo era el país y en especial la vida de su población cuatro décadas atrás.

Ya he indicado que tanto en China como en el exterior se han publicado y se siguen publicando ríos de tinta con textos y gráficos indicando cómo se ha desarrollado el gigante asiático hasta ocupar el lugar que tiene hoy en el mundo.

Cupón de cereales por 2,5 kilos para uso en todo el país. Varios años después del comienzo de la reformas se siguieron usando





Como no soy economista, miro las cosas desde otro ángulo, en especial cómo cambia la vida de la gente. En este sentido, se pueden encontrar casos de países que han crecido y están creciendo a tasas más altas que las de China, pero en los cuales sin embargo la mayor parte de su población sigue viviendo sumida en la pobreza y esos porcentajes de crecimiento, en algún caso hasta de tres cifras, no han aportado mejoras a la vida de sus habitantes.

Al haber sido testigo directo de los cambios en China puedo recordar cómo a mediados de los años 70 la mayor parte de los productos alimenticios (cereales, aceite o carne) estaban racionados y se necesitaban cupones para comprarlos (había cupones por provincias y ciudades y cupones "nacionales"). Además en esos años, la fruta era un verdadero lujo, y las verduras que se comían eran de temporada. Por ejemplo en todo el invierno de Beijing el único alimento "verde" era la col china.

Como recuerda el Presidente Xi Jinping en uno de sus escritos, cuando de joven estuvo en el campo, comían carne una vez al año. Lo mismo, o peor, pasaba con el pescado, ya que había regiones a las cuales no llegaba.

Aún tengo en mi memoria la imagen, en la Universidad de Qinghua -donde estudié y coincidí en el tiempo con Xi Jinping- de los estudiantes regresando a sus habitaciones con cajas de huevos que les habían regalado en la Fiesta de la Primavera "para mejorar su alimentación", como se decía entonces.

Lo mismo ocurría con el algodón, el principal elemento textil en especial en las zonas más frías del país. Incluso los extranjeros necesitábamos cupones de algodón para comprar una camiseta o un abrigo.

Una bicicleta, un reloj de pulsera, una radio o una máquina de coser eran los máximos lujos que podía tener un habitante del país. El que después de muchos ahorros se podía comprar un par de zapatos de cuero le ponía chapitas de metal en la punta y el taco, para que no se gastara la suela.

En las ciudades se trabajaba ocho horas diarias de lunes a sábado, siendo el domingo el único día de descanso. El concepto de "fin de semana" o de "vacaciones" no existía. La Fiesta de la Primavera era el principal período de descanso en un país donde los otros días feriados eran los primeros de enero, de mayo y de octubre.

No existía en el país ni libertad de residencia ni libertad de movimiento. No eran pocos los matrimonios que vivían en zonas geográficas distantes ya que por encima de todo estaban "las necesidades del Partido". Un profesor de inglés podía vivir en Shanghai y su esposa en la ciudad de Chengdu y como máximo, con la autorización de sus entidades de trabajo, podían convivir bajo el mismo techo unos días durante la Fiesta de la Primavera.

Por supuesto, ni en sus mejores sueños un ciudadano podía imaginar el realizar un viaje de turismo, no sólo en China, ni mucho menos en el exterior.

Los pocos hoteles que existían entonces, y las llamadas "Tiendas de la Amistad" eran exclusivas para extranjeros y la entrada de ciudadanos chinos estaba prohibida.

El salir a comer afuera a un restaurante -público- era un lujo que los que se podían permitir lo hacían quizás una vez al año con ocasión de un acontecimiento importante.

Es verdad que tenemos que tener en cuenta las condiciones de esos años, y los más de cien años de agresiones, invasiones extranjeras, guerras civiles, y -tras la fundación de la República Popular- problemas políticos y económicos a los cuales tuvo que enfrentarse China. En algunos casos por políticas no acertadas en el terreno económico, en otros por la retirada de toda la ayuda soviética tras los conflictos ideológicos con Moscú.

Pensándolo bien, por lo menos en Beijing, se podía ver una ciudad y unos habitantes con un modo de vida sencillo, humilde si se quiere, pero no se veía miseria, ni pordioseros en harapos o niños famélicos como sí llegué a ver y hasta ahora me dura la impresión, en pleno Aeropuerto de Bombay rumbo a Beijing, a ambos lados de la pista de aterrizaje, saliendo de sus chozas de lata.

Beijing era una ciudad baja, limpia, con muy pocos autos en la calle -todos ellos con cortinitas en las ventanillas de atrás- donde en plena avenida principal se podían ver carros tirados por caballos. Una ciudad sin luces de león que quedaba sumida en la oscuridad después de la hora de la cena, a las seis de la tarde.

La vida de los pocos extranjeros que vivían entonces en China, si bien era de lujo comparada con la de los habitantes de la ciudad, no estaba exenta de dificultades. Había zonas de Beijing a las cuales los extranjeros no podían entrar (lo cual se indicaba con un cartel en chino, inglés y ruso y un soldado armado dentro de una garita); para viajar fuera de la ciudad -incluso a Tianjin que estaba a poco más de cien kilómetros- había que pedir una autorización a la Policía.

Los extranjeros no podían viajar solos fuera de la capital -debían ir acompañados por un guía o intérprete oficial-; y sólo se podía viajar en primera clase en los trenes -el principal medio de transporte-, lo que en chino se llamaba "asiento blando" o "cama blanda".

Por lo tanto, sin exagerar podría decir que l
a China de antes de las reformas y apertura al exterior era “otro país” si lo comparamos con lo que es hoy. Si yo me hubiese dormido en octubre de 1976 y me despertara ahora en Beijing, no reconocería prácticamente nada, salvo quizás la Plaza de Tian´anmen. 

Creo que la mayoría de los seguidores de estas Reflexiones Orientales han viajado, residen en China o están relacionados con el país y no necesitan discursos muy largos para demostrar cómo ha cambiado y lo sigue haciendo a una velocidad impresionante. Y coincidirán, aquellos que no vivieron los años setenta, que el modo de vida de su población es ahora radicalmente diferente.

Es verdad que han surgido problemas nuevos, que se han incrementado las diferencias sociales, pero la gran mayoría de sus habitantes puede "disfrutar" y beneficiarse de las tremendas mejoras en el transporte, en las infraestructuras, en las facilidades que aportan los avances tecnológicos, en la riqueza de la oferta del mercado, en la posibilidad -impensable hace décadas- de viajar por turismo en su país y de salir al extranjero. 

Antes se comía "para llenarse" -"¿has comido?" era el saludo más popular- y hoy el objetivo es "comer bien" como decían esta mañana en la televisión, y en la mayoría de los casos es así.

La oferta cultural y de ocio es muy rica y el conocimiento que se tiene del exterior, en casi todos los aspectos, es muy rico.

No ha sido ni es un camino fácil, pero las autoridades han demostrado su capacidad para controlar y resolver los problemas internos y externos que surgían y que surgen.

Por eso, como decía al principio, si me hubiese quedado dormido en 1976 y me despertara hoy, creo que sólo reconocería a la Plaza de Tian´anmen.


@PabloRovetta

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