Quizás porque me estoy volviendo viejo, y otras razones, cada vez añoro más al Beijing de antes (al que llegué en 1975) con la misma fuerza con la
que me desagrada el Beijing actual.
La semana pasada visité la capital china y, entre la
contaminación, los atascos, los problemas con los taxis, sólo estuve, en una
semana, dos horas afuera de la Oficina y del Hotel. Tuve la suerte de que los
temas de trabajo los pude resolver en la Oficina, dentro del mismo complejo
donde estaba el hotel donde me alojaba, lo cual me permitió no salir a la
calle.