30 enero, 2014

Ya no quedan caballos en Beijing...

Un carro de carga tirado por caballos, avanzando por la avenida Chang´an frente a la Plaza de Tiananmen, era una imagen normal en el Beijing de mediados de los años 70, y es esa la imagen que me viene ahora a la memoria cuando, de acuerdo al calendario chino, entramos en el “Año del Caballo”.
Mucho se ha hablado y escrito sobre los cambios que han tenido lugar en el gigante asiático en las últimas décadas, y uno de los ejemplos más repetidos es el de las bicicletas; el del paso de una ciudad entera moviéndose sobre dos ruedas, a una gran metrópoli asfixiada en un permanente atasco de vehículos.
Poco o nada se menciona de los caballos, que llegaron a formar parte del paisaje urbano que pude ver en mis primeros años en la capital china; al igual que, no muchos años más atrás, lo fueron los camellos, aunque eso no pude vivirlo más que en la literatura y el cine.
Los carros de caballo eran un importante medio de transporte de carga que, junto con el mar de bicicletas, los autobuses, los camiones y los pocos automóviles con cortinas en sus ventanillas, formaban parte del caos en el tráfico de Beijing, a lo que se sumaban los gritos de los policías en las esquinas intentando, no sin mucho éxito, a través de altavoces y desde unas garitas altas, que alguien les hiciera caso.
En carros de caballo se transportaban productos agrícolas –coles chinas en invierno, sandías en verano-, carbón, ladrillos, piezas y maquinaria, y hasta vigas de cemento para la construcción. También se transportaba algo que era característico del Beijing de entonces: las materias fecales que, llevadas al campo, servían como abono para la agricultura.
Tener uno de esos carros de materias fecales delante, cuando uno iba en bicicleta, era una de las peores desgracias que nos podía ocurrir y que nos obligaba a acelerar al máximo nuestro ritmo de pedaleo, para poder pasarlos mientras aguantábamos la respiración.
En muchos casos, los carros de carga viajaban en caravanas, conducidos por campesinos que fumaban en unas largas pipas tradicionales, y que muchas veces –hasta hoy sigo sin entender cómo lo hacían- se echaban una siesta encima de la carga mientras los caballos avanzaban como un avión con piloto automático, sabedores del camino que tenían que seguir.
Yo venía, y vengo, de un país como Uruguay donde el caballo tiene un papel fundamental en nuestra historia, economía, literatura, cancionero, tradiciones y vocabulario, entre otros, al punto que figura en nuestro escudo nacional.
En China, o mejor dicho en Beijing, los caballos que encontré fueron los que en las calles tiraban de los carros de carga, los de las pinturas de Xu Beihong  o las reproducciones de las figuras de la Dinastía Tang, aunque sí es verdad que fue un animal que jugó un papel muy importante en diferentes períodos de la historia milenaria del país.
En el idioma chino, siempre me han gustado tres expresiones relacionadas con el caballo:  马上(“mashang”) que quiere decir “enseguida” y literalmente “a caballo”;  马马虎虎 (“mamahuhu”)literalmente “caballo-caballo-tigre-tigre” como sinónimo de “más o menos” o la de 坐马看花(“zuomakanhua”), literalmente “mirar las flores desde el caballo” para referirse a echar una mirada superficial a algo.
Los años han pasado, la ciudad y el país han cambiado, en algunos casos a una velocidad supersónica… y ya no quedan más caballos en Beijing.
Días atrás, sin embargo, no sé si fue el destino o qué, pero, casi sin querer, me “encontré” en el Templo Taoista “Dongyu” con un caballo falso, el llamado “caballo de jade blanco”.
Según la tradición, acariciar este caballo produce paz y tranquilidad, que se cumplan los deseos y aspiraciones y como se dice en este año nuevo “马到成功”, éxitos inmediatos. Al final le tomé unas fotos pero me fui sin acariciarlo…. Para mí, un caballo no puede ser de jade ni mucho menos llevar un lazo rojo….

Publicado originalmente en Global Aia

Texto completo en blog Reflexiones Orientales de Global Asia 

03 enero, 2014

Año Nuevo Chino, transporte y trenes

Una vez más nos acercamos al Año Nuevo Chino, y al igual que décadas atrás, lo que se conoce como “chunyun” (春运) (literalmente “transporte de primavera”, en los días previos y posteriores a la también llamada Fiesta de la Primavera), sigue siendo en estas fechas una de las noticias más importantes en los medios de prensa local, que no dejan de hablar de las dificultades/facilidades para comprar los billetes de tren o del problema de las reventas, entre otros.
Al igual que la Navidad o el Año Nuevo para los países occidentales y/o con influencia cristiana, la entrada del Año Nuevo Lunar –que este año será el 31 de enero- es la principal fiesta tradicional para millones de asiáticos. En el caso de China, décadas atrás, ésta era la única ocasión del año en que muchas familias, separadas por motivos laborales y administrativos, podían estar juntas.
Ahora las cosas han mejorado en este sentido (los matrimonios o parejas, en general no se ven obligados a vivir separados por motivos administrativos como ocurría entonces con frecuencia) aunque el movimiento de personas sigue siendo, sino el mismo, incluso mayor, no sólo en cifras absolutas, por obvias razones de crecimiento demográfico, sino en cifras relativas.
Están los universitarios que regresan en este período vacacional a sus hogares; el creciente número de ciudadanos del interior que se ganan la vida en las zonas urbanas trabajando en la construcción o en el sector servicios y que regresan a sus casas en el campo; las familias que vuelven a juntarse para pasar las fiestas, e incluso un número cada vez mayor de personas que decide aprovechar este período vacacional para hacer turismo dentro o fuera de China. Aunque oficialmente “sólo” son festivos siete días, en la práctica son millones las personas que aprovechan y se toman muchos más días.
Así, nos encontramos cada año, por estas fechas, con lo que es sin duda alguna el desplazamiento de seres humanos más espectacular del mundo, en un corto período de tiempo y por causas ajenas a la guerra o calamidades naturales.
Este año, que por cierto será el del Caballo, se ha decretado como período oficial del chunyun del 16 de enero al 24 de febrero, un total de cuarenta días; aunque en realidad todo el operativo relacionado con este gigantesco movimiento de personas ha comenzado hace ya semanas. A pesar de la modernización de las infraestructuras y de la logística, del uso de medios electrónicos modernos (en teoría se pueden reservar billetes por Internet o por teléfono, aunque en la práctica el sistema está ya saturado) las dificultades para conseguir un billete de tren siguen siendo muy grandes, y la demanda supera a la oferta como mínimo en dos millones de billetes al día.
Oficialmente, se estima que este año, durante el período del chunyun viajarán por tren un promedio de 5,88 millones de personas al día. Es como si toda la población urbana de Madrid y de Barcelona juntas se desplazara a la vez un día en tren; o como si todos los uruguayos, de dentro y fuera del país –aunque no creo que lleguemos a los 5,88 millones- se subieran un día al tren.
Mi primer viaje en tren en China fue a principios de 1976, desde Beijing hasta Shanghai, y durante muchos años ese fue mi principal medio de transporte dentro del país, incluso para cubrir distancias que ahora parecen cortas como la ruta Beijing-Tianjin.
Viajando en tren aprendí muchas cosas de este país, me divertí mucho, reconozco que también “sufrí”, pero fundamentalmente creo que sólo viajando en tren se puede ser consciente de verdad de dos características fundamentales de China, algo que en teoría todo el mundo conoce y es muy fácil de explicar pero difícil de sentir si no se vive en carne propia: lo numeroso de su población y la inmensidad de su geografía.
El acercarse estos días a cualquier estación de tren de China, a sus salas de ventas de billetes, a sus andenes, a sus “salas de espera”, escaleras, pasillos, es una de las más espectaculares y claustrofóbicas muestras de que se está en el país más poblado del mundo. Debo reconocer que llegué a pasar miedo en estaciones de tren rodeado  y “transportado” por una compacta masa de gente cargada con infinidad de bultos; y también he sentido pánico en estaciones de paso viendo cómo la gente intentaba entrar a los trenes por las ventanas.
También he disfrutado mucho de viajes cortos y viajes que han durado días y noches, observando el paisaje, mirando los rostros de los pasajeros, participando y siendo testigo de la vida diaria en un tren, con sus altavoces que desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche no dejaban de transmitir noticias, óperas, cantos, diálogos cómicos; mirando y escuchando lo que decían los pasajeros, lo que comían, cómo jugaban a las cartas, cómo podían dormirse en cualquier posición, hasta incluso de pie.
Las estaciones de tren, los viajes en tren eran en cierto modo, la forma más directa y clara de “convivir” con parte de la población local; de estar lo más cerca posible de una China “real” a la que no teníamos acceso en el día a día.
En los primeros años en Beijing, los extranjeros sólo podíamos viajar acompañados, en grupo, con un permiso especial, y únicamente en lo que normalmente se conoce como Primera Clase o Clase Preferente, pero que en China, en una cruda muestra de realismo y pragmatismo se llamaba “cama blanda” o “asiento blando” en contraposición a la Segunda Clase, que era la “cama dura” o el “asiento duro”.
Por suerte, al cabo de los años, se fueron flexibilizando las normas de viaje para los extranjeros, por lo que pude tener la experiencia de viajar en “cama dura”, “asiento duro” o incluso, en los trenes de paso, de pie o tirado en el suelo.
El largo de los trenes también fue una de las cosas que más me llamó la atención y que muestra la inmensidad demográfica china, si bien entonces no tenía un punto de referencia con el cual comparar más que lo que había visto en películas o fotografías. En realidad, creo que en lugar de darme cuenta de lo largo que eran y son los trenes en China, me asombré años después al ver lo pequeño que eran los primeros trenes que vi en Europa, algunos de ellos con sólo dos o tres vagones, cuando en China superan fácilmente la veintena.
Ahora las cosas han cambiado mucho en China, cada vez hay un mayor número de trenes más modernos, rápidos y cómodos, nuevas rutas, con aire acondicionado, wifi, mejores ofertas gastronómicas. Pero los problemas del chunyun siguen siendo los mismos que viví a partir de 1975, y que de alguna forma hacen que cuando miro algunos titulares de la prensa local me sienta como retornando en el túnel del tiempo.
Publicado originalmente en Global Asia
Entrada "Año Nuevo Chino, transporte y trenes" en Reflexiones Orientales de Global Asia